Carlos Franqui - Diario de la revolución cubana

La isla


La breve pero intensa historia de Cuba proyecta dos constantes y un solo movimiento.

La invasión del mundo sobre el territorio de la Isla, la lucha de la Isla por rechazar, conocer, recorrer, proyectarse en el mundo, por recrearse a sí misma, en sí misma y en el mundo.

La constante es el movimiento. La Isla es una danza, un ciclón.

Su carácter -destino, Isla crucero- barco. Su proyección las costas vecinas o lejanas del Continente, la tradición de sus fundadores que no se pararon nunca.

Cuba es una aventura sin miedo a lo inesperado, a lo mágico, a lo desconocido, al imposible.

Cuba no es india. Cuba no es blanca. Cuba no es negra ni amarilla. Cuba es mulata, mestiza, blanquinegra, tabaco. De los países blancos de América -con Brasil- uno de los más negros. De los países negros, uno de los más blancos.

Cuba es uno de los países más jóvenes del mundo. Con Estados Unidos, cercano en la geografía, lejano y contradictorio en lo demás, es de las naciones más recientes del mundo. Aquél un continente. La nuestra una isla. Aquél sajón, con orígenes en la revolución industrial, el protestantismo, el poder, la riqueza.

Cuba -latina, española, negra, china.

Si Venecia fue a Europa la puerta del Oriente, si Florencia materializa colectivamente el fin del mundo antiguo y el Renacimiento, Cuba es el comienzo del nuevo mundo americano, el ayer hoy.

Cuba no es india porque los colonizadores exterminaron a los pacíficos, pero rebeldes pobladores con la esclavitud o la guerra. Casi despoblada, sin formar parte de ninguna de las grandes civilizaciones indias.

Era una Isla paradisiaca.

Los primeros conquistadores eran grandes aventureros, buscadores de oro. Arrasaron la Isla pero no encontraron El Dorado. Y la abandonaron.

Los aventureros europeos exploraron el espacio hacia todas partes. Bruno, Galileo Galilei -hacia arriba hacia los cielos- no metafísicos -verdaderos.

Marco Polo buscó el Oriente, Cristóforo Colombo desafió los «límites del mar» y a partir de una verdad verdadera y redonda y de un error errante y descomunal no cayó en el Arcano, y pensando en Catay, llegó a América. Cuestión de puertas y ventanas. Renacimiento, fin del mundo antiguo, principio del mundo moderno.

A Cuba, un caimán clavado en las aguas del Caribe, tocó ser la puerta y la ventana de América. La Isla es un pez en las aguas que llevan a todas las partes del Continente. Islas pequeñas y estratégicas, disputadas durante siglos por las grandes potencias, que al Caribe llegaban y dominaban los grandes territorios americanos.

Allí comenzó todo. Por allí pasaron todos. La aniquilación de los indios de las Islas o de las grandes culturas mayas, aztecas, incas. Y la Isla fue el puente, el crucero, la base de las expediciones al Continente.

A 90 millas de Estados Unidos, vecinísimos de México, Centro y Suramérica, se marcan así los límites y privilegios de nuestra geografía, dominada siempre por una voluntad agrícola.

La Conquista de América, como todas las conquistas esta llena de mitos escritos y divulgados por los propios conquistadores. Los conflictos de las civilizaciones indias anteceden la Conquista. Vivían una naturaleza no dominada, dominante. Incomunicados y divididos.

Fueron las contradicciones y guerras indias las que abrieron el paso a los conquistadores.

Los colonizadores no aceptaron su rebeldía y su resistencia a morir en los campos de trabajos forzados en busca del dios oro y los exterminaron. Y como un esclavo muerto siempre es sustituido por un esclavo vivo, al indio muerto lo reemplazaron con un esclavo negro, cazado en la pródiga jungla africana. Y así llegaron los negros con su cultura y su revuelta.

Cuba, bien amada Isla del Caribe, comenzó a ser el puerto y el crucero de la conquista. De allí, de un río trinitario, poblado de viejas ceibas, partieron Hernán Cortés y los suyos a la conquista de México. De Cuba se partió a la Florida.

Y Ponce de León, el conquistador, buscando la fuente de la juventud, no se dio cuenta que había descubierto a Estados Unidos, uno de los territorios más ricos de1 mundo. Y como después de un loco siempre viene un práctico o un gringo llegaron con retardo los ingleses, y con los pies en la tierra se quedaron con lo que luego la revolución industrial, de independencia y la francesa, más el afán de dominio del naciente mundo burgués y la conquista de la riqueza y el despojo de territorios de otros países hicieron el imperio de los imperios.

Desde el Caribe, Pizarro y otros grandes conquistadores partieron a descubrir el Pacífico, a colonizar América Central y del Sur. Y caminaron mucho y dominaron tierras y mares, que los cielos por aquella época pertenecían a los pájaros, los rayos y los dioses.

El periodo de cuatro siglos de la conquista española de América, 1492-1899, transcurrió sin que España pasara por la reforma, la revolución industrial ni la revolución burguesa.

Y allí quedaron las formas prehistóricas y feudales: la aventura, la religión, el irracionalismo, el sueño, el delirio de grandeza, la locura, la falta de sentido práctico, el genialismo, el caudillismo, el militarismo, la carencia de instituciones, de normas y leyes y demás formas correspondientes al desarrollo del mundo

Sólo atributos de un mundo anterior a la civilización industrial, maquinista, que se mezcló con el resto del mundo indio y del mundo negro.

Cuando la fiebre del oro pasó, simplemente porque no había oro, los españoles llevaron la caña de azúcar. Y desde entonces Cuba y nuestros países son países agrícolas. Constante relación de agricultura, dominio extranjero y esclavitud. Cuba y el Caribe siempre apetecidos y disputados vieron llegar piratas y corsarios protegidos por los imperios europeos en sus continuas guerras. En 1762, los ingleses conquistaron La Habana, y establecieron la libertad de comercio.

A fin del siglo XVIII llegaron a Oriente los colonos franceses huyendo de la revolución haitiana y desarrollaron el cultivo del café. Para Haití la revolución francesa fue el fin. Para Cuba el comienzo.

La lenta población de prevalencia española dedicada a la agricultura y la ganadería, fue violentada por el desarrollo azucarero como consecuencia de la fabricación industrial de azúcar, con una descomunal trata de esclavos y con el desarrollo del latifundio cañero, que desequilibró el resta de la agricultura más desarrollada : ganado, café, cacao, frutos menores. El tabaco continuó su proceso ascendente.

Más tarde llegaron miles de chinos, de canarios, expertos agricultores, artesanos, comerciantes.

En la primera mitad del XIX surgió una clase ilustrada -los criollos- que estudiaban en Francia e Inglaterra, o en los grandes colegios habaneros de Varela y Luz y Caballero.

El desarrollo de la nacionalidad, las contradicciones económicas y políticas con el colonialismo español, las grandes revoluciones inglesa, francesa y norteamericana y el impacto de las luchas bolivarianas y de los pueblos latinoamericanos por liberarse de España, fueron las causas fundamentales de las guerras de independencia de Cuba -1868-1899- que duraron más de treinta años.

Por Cuba entraron los primeros libros, la imprenta, el papel periódico, las universidades, el estudio de la física, la química y la ciencia, después de las luchas de los ilustrados encabezados por el padre Félix Varela.

Y la cultura alemana y francesa. Llegó Humboldt, el segundo descubridor, y Luz y Caballero hizo conocer al mundo de habla española a Goethe. Más tarde José Martí, libertador, poeta y primer antiimperialista de América, iniciaría también la revolución poética y literaria y el modernismo.

Así en aquella isla entre paradisiaca y lujuriosa, de exuberante naturaleza: la tierra más bella que vieron ojos humanos, que dijera Colón en su diario. Violenta, con un Caribe rebelde, como del sur, y un norte apacible y varadero, sin frío y sin estaciones, con mucho verde, con caña y tabaco y pocas riquezas, comenzaron a surgir mulatas y mestizos, burgueses, campesinos, obreros, intelectuales, revolucionarios.

Un buen cubano debe tener el ritmo de un negro, bailar bien, ser tan loco como un español, pero más gracioso, pensar como un francés, creer en el azar como un chino, ser tan don Juan como un italiano, no gustarle los gringos, hablar por siete y ser capaz de embarcarse en cualquier cosa: un barco, una tabla, una goma, una guerra, una fiesta, un baile, un amor, un trago de ron, un experimento científico -el primer cohete lo inventó un cubano, sólo que en un sello-; sí en lo que sea, una revolución contra los yankis, el socialismo.

A un cubano el tiempo le alcanza para todo y nada es imposible. Camina siempre y dice «lo que no hay es que morirse». Eso sí, no le gusta que lo mande nadie, ni grandes ni chiquitos. No le gusta la gente seria, burguesa. Trata a todo el mundo de tú y no de usted.

A los grandes: señores, reyes, generales, presidentes, coroneles, comandantes, doctores o generales, dice no, y no es no. Imperios no. Ni español ni norteamericano ni ruso. Ninguno.

Sí señor.

Allí hay de todo.

Allí comienza todo y aún no termina nada.

Y bien.

En este mundo sin normas, sin lógica, sin clasicismo, sin cultura burguesa, sin mundo industrial. Todos los mitos son reales. Las cosas existen antes de inventarse. La única forma es buscar los orígenes, los reales, no los divinos, conocerlos y después recrearlos.

Esa es la aventura de los hombres que representan nuestro mundo. Simón Bolívar, ¿adonde iba a aprender el arte de la guerra y la filosofía de la revolución para iniciar la independencia latinoamericana, sino en Europa?

Y José Martí, que descubrió que el problema era Estados Unidos y no España y desde dentro del monstruo mismo inició la guerra antiimperialista.

Bolívar y Martí equilibran a Marx. Al análisis revolucionario del mundo capitalista del alemán, el venezolano y el cubano agregan la unidad continental necesaria a nuestro mundo feudal y una concepción antiimperial permanente, ambas tan vigentes que constituyen todavía el pensamiento político revolucionario del mundo latinoamericano.

Cuba podría llamarse la Isla del principio. La Isla de los comienzos. Allí co¬

menzó la rebelión india. Por allí comenzó la esclavitud de los negros. Y la rebe¬

lión negra Y la cultura negra con su vitalidad, su ritmo, su resistencia y su

subversión. La masacre y la occidentalización. Desde allí se partió al norte y al

sur. Al Caribe, al Atlántico, al Pacífico. A México y Estados Unidos, a Cen-

troamérica, a la América del Sur.

Allí terminó España.

Allí comenzó la rebelión contra Estados Unidos.

Allí están luchando simultáneamente tres rebeliones: anticolonialista, anticapitalista, antiburocrática.

Isla de emigrados y emigrantes. En constante movimiento y peligro. Apetecida por grandes potencias. Invadida por piratas y bucaneros. Ocupada por españoles, ingleses, norteamericanos. Isla de azúcar y tabaco: miseria y esclavitud; rebelión.

Carlos Franqui