Claude Alzon - Mujer mitificada, mujer mistificada

El hombre ha reducido a la mujer a no ser nada. Y una nada no habla. Es, pues, el hombre quien habla de la mujer, en nombre de la mujer. Y como no se puede hablar de nada, el hombre, al hablar de la mujer, habla siempre de sí mismo. Empero, hoy en día el hombre se ha vuelto generoso. Cede la palabra a las mujeres. El resultado es a menudo curioso. El hombre no sabía hablar más que de sí mismo, la mujer no sabe hablar más que de sí misma. A los discursos sobre la grandeza del falo, la mujer replica explorando su vagina. Después de la regla, el speculum. Lo que, una vez más, permite al hombre acusarla de narcisismo.

El presente libro se niega a ser una imagen invertida, feminista o femenina, de un discurso tradicional masculino. El hombre, al negar a la mujer, se ha condenado a sí mismo a la ignorancia. Demasiadas teorías de lo humano, empezando por el marxismo, resultarían más ciertas si hubiesen examinado seriamente las relaciones entre los sexos en lugar de limitarse a las relaciones que entre sí sostienen los hombres. Es preciso, pues, retornar a una visión global del Hombre, sin olvidar esta vez a las mujeres, y el presente libro se inscribe en tal proyecto.

Con ello queremos decir que apela a nociones que superan con mucho lo que caracteriza a los sexos, es decir, la sexualidad. La dominación, centro de nuestra exposición, no es algo propio del macho, y ni siquiera lo es de la especie humana. Actúa en las relaciones entre los sexos, pero igualmente entre clases, edades y naciones. Con los restantes principios de organización social, será objeto de una obra especial que aparecerá posteriormente. Lo que aquí digamos de ella no es más que su aplicación, por otro lado simplificada.

¿Por qué domina el hombre a la mujer? Tal es el tema del libro. Otras personas, poco numerosas, han respondido ya a esta pregunta. Pasaremos revista a sus teorías, especialmente a la más falocrática de todas, carente de toda base. Pues ésa es justamente la más divulgada en la actualidad, incluso entre las feministas. ¿Masoquismo femenino? ¡En modo alguno! Como veremos, su designio es más sutil.

El presente libro es, pues, enteramente teórico, y nada más que teórico. Hemos soslayado voluntariamente todos los problemas de organización o de orden táctico que interesan al movimiento de las mujeres. Pues antes de actuar hay que comprender. La dominación masculina, la sumisión de la mujer son los dos aspectos de un cáncer durante largo tiempo inexplicable cuyas razones sólo ahora se empiezan a entrever, gracias a un mejor conocimiento del mundo vivo. El feminismo no ha esperado a comprender para actuar, y ha tenido razón. Pero los errores de un tratamiento administrado a ciegas han constituido legión. Ahora debe decidir si conviene tener en cuenta los datos modernos o limitarse a razonamientos superados.

Su silencio sobre los problemas tácticos no impide a esta obra ser militante. Por el mero hecho de ayudar a comprender no puede por menos que incitar al cambio. Pero hace falta que sea comprendida. Al no ser en su mayoría ni claros ni sencillos los problemas tratados, nuestra tarea era delicada. Hemos hecho todo lo posible para que las cuestiones más arduas resulten accesibles a un amplio público, evitando cuidadosamente un lenguaje de moda y reservando sus tormentos únicamente a los iniciados.

En efecto, nuestro propósito es incitar al cambio a hombres y mujeres de toda condición, al menos a aquellos que sienten su necesidad y están dispuestos a hacer el esfuerzo necesario. De ellos, y únicamente de ellos, me siento solidario. Pues la solidaridad exige la definición y la realización de un proyecto, sin lo cual sólo sirve para defender el statu quo. Desafortunadamente, no lo entienden así demasiadas militantes para quienes la solidaridad femenina constituye un dogma. Lo cual conduce, so pretexto de defender a las mujeres, a aprobar los comportamientos más aberrantes, sobre todo si son criticados por hombres.