Gonzalo Dueñas - La Ley de prensa de Manuel Fraga

Introducción


" ... Hoy hemos podido analizar los condicionamientos generales de orden político, social y económico, que influyen en el proceso informativo ; podemos calibrar las mayores posibilidades que tienen algunos países respecto a otros, en cuanto al control de datos y en cuanto a su producción, así como la posibilidad que tienen de usarlos como instrumento de su propia política... y al llegar a este punto, creo que puedo decir que, de algún modo, si no he contestado al menos he indicado cómo me gustaría contestar a las grandes preguntas.

Preguntas que tendríamos que hacernos de vez en cuando dentro del tráfago de la Administración, dentro del tráfago de vuestro batallar en los Ayuntamientos, en los Sindicatos, en los Tribunales, en ese afán de superación que ha hecho de la España contemporánea uno de los periodos más fecundos, más activos y más productivos de la Historia. Quizá de vez en cuando tengamos que recordarnos que llevamos treinta años haciendo esto, treinta largos años, y que no hay periodo tan largo y continuado de creación en la Historia moderna y contemporánea de España... La nueva Ley de Prensa va a basarse en las realidades de los veinticinco años de paz, que ya nadie se atreve a negar.

Y yo pregunto : ¿ Qué es lo que ha hecho el Régimen en estos veinticinco años de labor realista en todos los terrenos y también en éste ?

Hoy se ven claros esos resultados, pero tenemos que analizarlos porque están ahí con su evidencia imperativa. "

(Discurso pronunciado por Fraga Iribarne en las Cortes el 15 de marzo de 1966, con motivo de la promulgación de la Ley de Prensa.)

Efectivamente, hoy es posible analizar los condicionamientos que influyen en el proceso informativo. Vamos a tratar de estudiarlos al tiempo que calibramos las posibilidades de manipular los datos y hacerlos servir como instrumento de su propia política. Y no de unos países con respecto a otros, sino en el caso concreto del gobierno del que el mismo Fraga forma parte.

De paso, trataremos de responder a esas grandes preguntas que debieran hacerse los que batallan por los ayuntamientos, sindicatos y tribunales y que al parecer no se hacen. Y con sumo gusto, aprovechamos ya la ocasión para recordarles que llevan treinta años, treinta largos años, que constituyen un periodo sin igual en toda la historia moderna y contemporánea española. Eso, efectivamente, nadie se atreve a negarlo.

¿ Qué ha hecho el Régimen en este terreno y también en otros ?

De eso se trata. De estudiar su labor en el terreno concreto de la prensa. Empezaremos por exponer unos datos que están ahí, con su evidencia imperativa.

En 1900 se editaban en España 1 136 periódicos, cifra que en 1925, se había duplicado con creces. En 1945, sólo quedaron 87 de los cuales más de un 60 % se editaban con títulos e ideologías muy diversas.

La evolución de la prensa diaria, desde 1945 a hoy es como sigue:

AÑO PERIÓDICOS TIRADA
1945 87 474.755
1955 98 515.912
1958 106 644.917
1966 124 2.500.000

(datos obtenidos del Boletín de la Asociación de la prensa 1966, y Cuadernos de la UNESCO)

Primer hecho evidente: aunque el periodismo mundial tiende a la reducción del número de publicaciones diarias, no hay ningún país que no haya sufrido en veinte años un bajón tan radical como el experimentado en España entre 1925 y 1945. Por otra parte, frente a ese fenómeno mundial, de 1945 a hoy el número de periódicos en España aumenta ostensiblemente, lo cual demuestra la existencia de profundas anomalías en la prensa española.

En comparación con los demás países, ocupamos el puesto 23 en porcentaje de diarios y el 26 por los kilos de papel consumido por habitante y año.

Inglaterra, que ocupa los primeros lugares en cuanto a índice de lectores, tiene 17 000 000 de ejemplares para una población de 54 000 000 de habitantes ; y Japón, para poco menos de 100 000 000 de personas, lanza diariamente 50 000 000 de ejemplares. Lo cual quiere decir que tiene un periódico por cada dos personas. La UNESCO establece un mínimo de 10 ejemplares por cada cien habitantes, para todo país no subdesarrollado. En España tenemos 8.

Pero los 2,5 millones de ejemplares para los 32 millones de españoles están muy desigualmente repartidos, porque sólo los periódicos de Madrid y Barcelona suman más del millón de ejemplares, lo cual deja para los restantes una tirada media de unos 10 000 ejemplares, o sea que existen zonas donde la pobreza informativa es prácticamente total.

Y esta pobreza informativa ha quedado reflejada en unas encuestas realizadas por el Instituto de la Opinión Pública a escala nacional en 1966. En ellas se puso de manifiesto que el 60 % de los españoles no habían oído hablar del Plan de Desarrollo, eso cuando en plena euforia de liberalización informativa los periódicos andaban enzarzados en escandalosas polémicas sobre "el más gigantesco esfuerzo que el régimen haya realizado jamás en pro del desarrollo y de la justicia social", como se dio en llamar al Plan en los medios oficiosos.

La guerra de Vietnam, en cambio, parece haber tenido mejor suerte. Hasta un 58 % de los españoles han oído hablar de ella, si bien 44 % de ellos no supieron dar su opinión acerca de los motivos que han originado esa guerra; 14 % pensaba que se trataba de defenderse del comunismo; 9 % para defender la libertad del país; 4 % por motivos económicos y otro 4 % por motivos políticos ; 3 % porque los americanos desean defender su prestigio y otro 3 % porque el norte quiere apoderarse del sur. Por fin, un 5 % declaró que nadie sabía por qué se luchaba allí.

Cabe resaltar que en la misma encuesta, un 60 % de los españoles declararon no saber quién era Fraga Iribarne. (Puede imaginarse perfectamente la sonrisa maliciosa de los al parecer pocos enterados de quién es ese señor.)

En cuanto a la libertad de que gozan los medios informativos, según un estudio realizado por el Instituto de Periodismo de la Universidad de Missouri en 1966, entre una escala de + 4 y - 4, a España le corresponde la calificación de -3. De un total de 26 naciones, nos encontramos en el puesto decimoctavo, justo delante de Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Bulgaria, Alemania del Este, URSS, Rumania y Albania.

Pese a la aplastante evidencia imperativa de estos datos, todos ellos encontrados por diversas publicaciones españolas autorizadas, en Solidaridad Nacional de Barcelona, en 1965, aparece un editorial que dice entre otras cosas: "... los periodistas han de ser los mediadores entre la verdad y la opinión y los testigos de la fe en la sociedad [...] y sólo así la profesión del periodista adquiere un rango y una superioridad moral sobre las restantes profesiones, porque sólo la del periodista alcanza con rapidez fulminante a todos los estamentos de la opinión y, o la forma, como la prensa española viene haciendo con asombrosa constancia desde 1936, o la traiciona, como está aconteciendo en casi todos los países del mundo [...] el problema de la libertad y la verdad ha sido valientemente afrontado por el Estado mismo, y al ministro de Información debemos el haber incorporado a su programa político la difícil tarea de crear para España, con todas las prudencias precisas, una prudente y suficiente libertad de prensa que, dejando a los periodistas el margen de apreciación que es propio y sustancial de su oficio, salvaguarde al propio tiempo el orden de las ideas y el orden a secas, tantas veces perturbado por la prensa anárquica e insensata que fue, en apariencia al menos, la causante del terrible drama del 36, cuyo solo recuerdo nos sobrecoge todavía. Hoy sabemos que es preciso darle al periodismo esa libertad, que en gran parte ya existe. Tanto -y por ahora a la bondad intencional del Poder lo debemos- que de estos editoriales no ha sido suprimida una sola línea. Aquí, a la hora del pensamiento, somos libres... " (1)

A primera vista, parece inútil ponerse a buscar por periódicos de la época una respuesta -por tímida que sea- al editorial en cuestión. Y, efectivamente, no existe. Pero en cambio, en ese mismo periódico, cosa de año y medio después, un exdirector del diario, mediando en una dura polémica de Madrid entre Emilio Romero y Calvo Serer, dice : " ... Claro que hubo tiempos -¿ quién no los recuerda ?- en que los periodistas cumplíamos las que se llamaban " consignas " que también tenían un cierto aire de guerra. En sus consignas prestó muchísima de su buena intención el señor Jiménez Arnau, que me suspendió gubernativamente por haber informado desde una agencia en el extranjero sobre la situación de ciertos aeropuertos soviéticos en el Caucaso. Seguí recibiendo algunas consignas -muy pocas ciertamente- y siguiéndolas porque creía estar sirviendo a una España rodeada de guerra. Luego llegó Juan Aparicio que daba sus consignas muy bien.¿ Qué paso después ?, creo que llegó el señor Cerro Carrochano que repartía consignas a cantidades y que me gustaban mucho menos. Porque no coincidía con lo que pensábamos muchos periodistas en aquel tiempo... " (2)

Este periódico, al igual que los cuarenta de su cadena, recibe aún hoy los editoriales y artículos de fondo escritos desde Madrid, incluso con indicaciones tipográficas y de emplazamiento.

El hecho de que pueda reconocer cínicamente haberse prestado al más descarado atentado contra la libertad de expresión y contra la libertad de recibir información no mediatizada; el hecho de que lleven treinta largos años declarándose con asombrosa constancia depositarios absolutos de la verdad, acusando sañudamente al resto de la prensa mundial de estar deformando la opinión pública ; y, por fin, el hecho de que esta situación se haya mantenido hasta hoy sin que a lo largo de los treinta años se haya podido ni siquiera contrarrestar esa labor constante en un plano de igualdad, obedece a una situación profundamente anómala y compleja, que vamos a tratar de estudiar.

Sin caer en el radicalismo de los que afirman -pero muy bajito- que la prensa española está sufriendo el cerco más bestial y prolongado desde la invasión napoleónica, se puede señalar sin miedo a exageraciones la presencia de un cerco. En 1938 se promulgaba en la llamada zona nacional, una ley de prensa concebida para un país en guerra. El que 28 años más tarde, esa misma ley siguiera en vigor sin que oficialmente se hubiese cambiado una sola coma, es un dato suficientemente explicativo de la actitud del Poder frente a la prensa y de ésta ante el Poder.

Los veinte primeros años de vigencia de esa ley son tan monolíticos, uniformes y tan penosamente opresivos, que bien puede empezarse el estudio de la prensa española a partir de 1958, ya que dado el aplastante inmovilismo de la situación, las condiciones de trabajo de un periodista, son casi idénticas a lo largo de esos veinte años.

Naturalmente, a medida que transcurre el tiempo, un repaso de la colección de periódicos de ese periodo, demuestra la progresiva descomposición interna del régimen y la inexorable pérdida del aire triunfalista y agresivo del país, que se va sumiendo en una anodina y desilusionada mediocridad.

Hoy es imposible leer, en un periódico español, párrafos de antología como éste encontrado en uno de la cadena del movimiento, aparecido en 1940: " ... decir Imperio es hablar de Marina -dijo ayer nuestro Caudillo glosando el afán de Imperio a que nos obliga nuestro destino histórico- de lejos le viene al galgo ser rabilargo y de lejos el afán español por los vientos salitrosos y por los periplos audaces y por las rutas sin miedo con que sus quillas tajaron el mar por mundos etesios y rutas alisias, todos ellos caminos de Imperio para la España marinera y civilizadora; esta España que vuelve hoy, con un " arriba España " a lanzarse a la mar de la mano del Caudillo, en busca del Imperio perdido que, para siempre, quiere recuperar el espíritu español... " (3)

Inexorablemente, estos y otros entrañables slogans van desapareciendo de los periódicos. Los mismos hombres que surgen con sus Arriba España, Amanecer, Proa, Adelante, Alerta, Levante, Hoy y todo el resto de revoluciones nacionalsindicalistas, españas nuevas y camisas viejas, llegan a 1958 sin fuelle y sin más esplendorosos amaneceres que ofrecer, pero también sin haber renunciado a su primitiva ideología, inmovilista, autoritaria y descaradamente opuesta a lo que hoy se entiende por libertad de prensa.

Sólo a partir de 1958 se inicia una evolución palpable, que aún no ha terminado y que probablemente sólo llegará a su fin cuando esos hombres ya no estén en el poder. El peso de esos terribles veinte años condiciona claramente dicha evolución, imprimiéndole unas características peculiares, posibles de estudiar. De entonces a hoy, el cerco se ha resquebrajado, pero aún está lejos el día en que desaparezca por completo.

Gonzalo Dueñas (Angel Fernández Santos)


NOTAS

1. Solidaridad Nacional, 26 de septiembre de 1965.

2. Solidaridad Nacional, 12 de noviembre de 1966.

3. Solidaridad Nacional, noviembre de 1940.