Daniel Artigues - El Opus Dei en España. 2ª edición

Anexo II


"Excelentísimo y Reverendísimo Señor Nuncio Apostólico en España : Quien suscribe, católico practicante, que con otros correligionarios hoy por la persecución que sufren impedidos de hacerlo, acudió en ocasiones anteriores cumpliendo lo que estimaba inexcusable deber a la Sede Apostólica y al Eminentísimo Señor Cardenal Primado de España como Presidente de la Junta de Metropolitanos, en relación con la actividad de caracterizados eclesiásticos y seglares que con determinadas actuaciones ponen en peligro el prestigio y pacífica actuación futura de la Iglesia al colaborar en el mantenimiento del espíritu de guerra civil, reiteradamente condenado por Su Santidad Juan XXIII, felizmente reinante, se cree en la obligación como católico y como canonista de acudir con este escrito de consulta previa ante Vuestra Excelentísima y Reverendísima Señoría, para conocer el camino justo y prudente que debe seguir tanto él como otros católicos, víctimas de daños, vejámenes y pérdida de buena fama a consecuencia de la actuación de otros católicos unidos por su profesión en el Instituto Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei, canónicamente erigido y actuante en España.

En realidad el presente asunto, con el que sentimos tener que cansar vuestra atención, es sólo el último y lamentable desarrollo del grave problema planteado en España al que se referían nuestros anteriores escritos, y que se reduce a saber si en nuestra nación es meramente lícito y permitido a los católicos discrepar del criterio de un grupo de éstos, inspirados y animados por los más representativos y caracterizados miembros del Opus Dei, que por motivos particulares están colaborando interesadamente en el dispositivo directivo y fructuoso de un régimen político que se proclamó en un principio totalitario (coincidiendo con la condena de tal sistema por Pío XI, cuya publicación impidió) y que no obstante sus sucesivas y contradictorias mutaciones doctrinales, meramente nominalistas, continúa incurriendo en las extralimitaciones de aquel a que nos referíamos en nuestro anterior escrito del 26 de septiembre de 1960, que damos aquí por íntegramente reproducidas. Y para que no se alegue una saludable rectificación de principios desde entonces, hacemos constar a continuación brevemente cómo se mantiene aquél.

En cuanto a las doctrinas, prescindiendo de opiniones secundarias (porque aún siendo muy instructivas, la rápida sucesión de sus formuladores les resta autoridad), nos bastará mencionar: la defensa del poder estatal fuerte apoyado en un único partido (3-VI-1961); el desprecio hacia "las llamadas libertades civiles y políticas" y a las exiguas minorías de politicastros (3-VI-1961); la inclusión bajo el calificativo de comunistas de todas las ideologías discrepantes (27-V-1962) y de muchas organizaciones sociales de nuestra Iglesia, " parasitadas por la filtración de sus agentes" (27-V-1962); y la defensa acérrima de la censura de prensa (14-VI-1961) porque la libertad de prensa tal como se practica en Occidente es sólo " un mito para engañar al pueblo ", " porque lo es tan sólo para una exigua minoría de millonarios en cada país " (16-VI-1962), son palabras del Caudillo.

En cuanto a los actos, aún prescindiendo de las condenas a largas penas de prisión en tribunales de excepción, por actos que en otros climas o son lícitos o a lo más sancionables con leves multas, suponemos que V.E.R. será conocedor de las graves multas impuestas a oradores de Acción Católica que hablaban ante sus Prelados con plena aquiescencia de éstos, que se apresuraron a pagarlas para evitar la prisión subsidiaria de aquéllos y a la detención de numerosos sacerdotes y algunos religiosos que por su caridad en favor de familias obreras durante las jornadas de huelga (reconocida más tarde como justa por el Estado que la prohibía) fueron después calificados alternativamente de vascos separatistas o de erróneos y exaltados clericales, reclamando contra ellos las correcciones de la Jerarquía, que por desgracia no han faltado por parte de alguno de sus más destacados miembros, cumulador de cargos en el Estado, cuando éste se declaraba totalitario, tras las condenas de Pío XI (Dobbiamo, Mit Brennender Sorge).

Pero con ser todo esto tan peligroso y grave, no nos proponemos hoy llamar sobre ello la atención de V.E.R., que por tratarse de asuntos generales y notorios, se la estará ya seguramente dispensando. Nuestro tema en este día será la exposición de cómo las recientes y gravísimas sanciones de confinamiento y destierro que afligen a numerosas familias católicas ejemplares, tienen su origen en las maquinaciones políticas para turbios aprovechamientos económicos de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei.


Antecedentes doctrinales

Apremios de espacio nos mueven a dejar para otra ocasión la demostración de cómo - dejadas a salvo las excelentes organización canónica y personal perfección de muchos miembros sacerdotes y legos del referido Instituto Secular- determinados desenvolvimientos doctrinarios y aplicaciones prácticas con derivaciones exotéricas de ciertas máximas poco meditadas, le han creado hoy ante la general opinión española una situación análoga -salvadas las cambiadas circunstancias- a la que respecto de ciertos beneficiados eclesiásticos debieron corregir Alejandro III y Lucio III con normas que después recogió la Reforma Tridentina (Sess. XIV, cap. I, De reform.) y que a pesar de la enemiga de jansenistas y febronianos, mantuvo Pío XI en la Máxima cura (20-VIII-1910) y ligeramente modificado ha recogido el Codex vigente en la parte III del Libro IV. Por eso, y prescindiendo de más remotos antecedentes, nos limitaremos a exponer los estrictamente precisos como causa motivadora de una destacada y ruidosa actuación de algunos de los más ilustres miembros del Opus Dei, motivo de gravísimos daños para otros católicos, tan sin tacha al menos como los afilia dos a dicho Instituto.

No ignoramos que desde que los miembros del Opus Dei irrumpieron en el campo de la política activa en numerosos cargos tan bien retribuidos como capaces de influencia, que le constituyen en su conjunto en un poderoso grupo de presión, han tenido buen cuidado de separar la responsabilidad del Instituto de la de sus miembros actuantes en coordinado equipo. Así lo hizo el Secretariado de su Consejero en España en la declaración oficial del 12-VII-1957, recordada por el Pbro F. Maycas en IV-1961 ; y aún más solemnemente lo ha reiterado en 11-VI-1962 la Secretaría del Opus Dei en Roma, a raíz precisamente de las graves actuaciones, que vamos a examinar, de los destacadísimos miembros del grupo que ocupan en España los puestos claves de ministro de Comercio y Director general de Información, con la simpatía de otros ministros y altos cargos que les ayudan en sus tareas. Pero no es menos cierto que la Obra se aprovecha ampliamente de otras actuaciones de sus miembros incrustados en la política activa como lo demuestran las subvenciones acordadas en Consejo de ministros y por otros organismos públicos al Estudio General de Navarra, y la cesión de terrenos evaluados en muchos millones de pesetas por el Ayuntamiento de Sevilla.

Como punto de partida de esta actuación, ha de señalarse la persistencia de los más destacados voceros del Opus Dei en recabar para sí exclusivamente el acierto al fijar la posición política que han de adoptar los católicos militantes en relación con el régimen instaurado en España desde nuestra última guerra civil. Tan ambicioso propósito se inició ya en 1949 en la primera incursión política con el sello de la Obra, cuando Rafael Calvo Serer, el más profundo por entonces de los pensadores del grupo, miembros destacado del Opus Dei, en su discutido ensayo España sin problema (publicado en la editorial Rialp, propiedad del Opus o de sus miembros), propugnó que " nuestras ideas tienen que estar presentes en los movimientos interiores de cada país sosteniendo la nueva fuerza que pugna por salir entre el comunismo y la democracia cristiana " mediante la cultura dirigida (p. 149); esta tesis fue ampliamente subrayada por otros valiosos intelectuales de la Obra, hasta que tuvo que ser abandonada por su fracaso en lo internacional, y sobre todo por la irritada reacción de ciertos usufructuarios del totalitarismo en liquidación ; no obstante el espectacular fracaso del planteamiento de esta tercera posición, que acarreó el pasajero oscurecimiento de Calvo Serer y de algunos de sus más comprometidos colaboradores como Pérez Embid, bien presto los voceros de la Obra volvieron a la tarea con un nuevo planteamiento, tan pronto los agobios financieros de aquella les obligaron a incrustarse codo con codo con sus antiguos debeladores en el equipo ministerial que salvó la crisis de 1957 y que para el Opus Dei tuvo la enorme ventaja de reforzar sus anteriores posiciones en el Ministerio de Información, después que salía de la Secretaría del Partido Fernández Cuesta, impulsor del aplastamiento del intento de tercera posición y sobre todo de Educación nacional el señor Ruiz Giménez, segundo de Martín Artajo (ex presidente de Acción Católica, también expulsado del gobierno en 1957, con gran sorpresa suya, pues se creía invulnerable al haber aportado al régimen católico representativo sucesor del totalitario, ese apoyo de la Acción Católica ; pues contra lo dispuesto en los estatutos de ésta, don Alberto Martín Artajo, otro auxiliar de don Ángel Herrera, había pasado de la presidencia de A.C. a la cartera de Asuntos exteriores, gracias al personal empeño del Nuncio, Monseñor Antoniutti).

Tan pronto las primeras actuaciones de los miembros del Opus Dei, Ullastres en Comercio y Navarro Rubio en Hacienda, lograron, con las oportunas insinuaciones, alejar el peligro que los cinco grandes de la Banca española (Hispano-Americano, Español de Crédito, Central, Vizcaya y Bilbao) hacían pesar sobre las comprometidas finanzas de la Obra, al haberle exigido a fines de 1956 el pago en metálico de los intereses y la gradual rebaja del principal, que con importe acumulado de más de setenta millones de pesetas y con la aceptación o el aval de los más conspicuos beatos de España, habían levantado los elocuentes celantes del Opus para financiar sus empresas inmobiliarias e industriales, los publicistas de la misma Obra iniciaron el montaje de la nueva ideología adaptable a su nueva política de ayudar primero, dirigir después y absorber por último el gobierno del Estado, antes totalitario, nacionalsindicalista y corporativo, en su nueva etapa representativa-social, cuyo único factor común es la persona del Caudillo y la defensa de los intereses de arcaicas estructuras burocráticas y plutocráticas y nuevos grupos de presión, que someten al común del pueblo a una angustiosa limitación de jornales y salarios, o a una terrible presión fiscal, causa más importante de la inestabilidad social denunciada últimamente en numerosas pastorales de Obispos presentados por el Caudillo.

Para ello, y partiendo de sus críticas a las ideologías cristiano-democráticas anteriormente formuladas (de las que bastará citar como muestra las dedicadas ya en 1950 a Maritain por el destacado miembro del Opus Dei señor Pérez Embid y su simpatizante Leopoldo Eulogio Palacios), se trazó la línea de un duro ataque contra todos los grupos de católicos actuantes en la política española antes de que el Opus sintiera la vocación política para salvar su comprometida situación financiera ; este ataque se inició en conferencias y artículos de prensa.

El desarrollo completo de esta nueva plataforma ideológica se plantea con gran habilidad y lejos de la tutela doctrinal del ministro de Información y Turismo y pontífice máximo de la censura oficial, don Gabriel Arias Salgado, con una serie de artículos en el número de diciembre 1959 de la revista francesa La Table Ronde que se dice adquirida por el Opus Dei, donde Rafael Gambra en un largo artículo titulado " Una polémica en torno a Ortega y su significación profunda", ataca duramente al antiguo falangista Pedro Laín Entralgo, al orteguiano Julián Marías y al católico José Luis López Aranguren, unidos por el vínculo del odio común al equipo de Ruiz Giménez que en el Ministerio de Educación (1951-1956) intentara cierta apertura ideológica a los ambientes de izquierda, poniendo fin al integrismo del ex cedista Ibáñez Martín, a cuyo amparo los celantes del Opus mangonearon la composición de los tribunales a oposiciones a cátedras y facilitaron el acceso a éstas de sus adeptos. Gambra acumula reproches contra la actuación política de los católicos españoles : censura en especial el "furioso retorno a la antigua democracia cristiana " y el conformismo ciego de los inmovilistas, y llega a insinuar que España sigue en la Edad Media, para terminar con una confesión de aséptico escepticismo.

Mientras Gambra niega virtualidad a cuanto no sigue obedientemente las consignas del Opus Dei, Bela Menczer, uno de los numerosos metecos de segunda fila que el Opus gusta coleccionar, se dedica a magnificar sus valores, destacando sobre todo a Calvo Serer, cuyo magisterio compara al de Menéndez Pelayo ; a Millán Fuelles, Saumells, Fernández de la Mora, Antonio Fontán, Santiago Galindo y Vicente Marrero ante cuyos méritos se extasía, mientras alterna la indulgencia despectiva y la envenenada reserva al referirse a otros grupos de escritores no absolutamente enfeudados al Opus : los veteranos del tiempo de José Antonio, de poca importancia numérica y menos continuidad política ; los leales a aquél que no se ocupan ni de sus escritos teóricos ni del anticuado simbolismo falangista : los falangistas radical-socialistas de tipo germánico (Tovar, Conde), y los que sólo son falangistas por costumbre. Y no corren mejor suerte : las tendencias ingenuas del tradicionalismo y del carlismo (Elías de Tejada, Gambra); los católicos " un poco modernistas radicales " que a veces respetan la doctrina de la Iglesia y evitan rigurosamente las orientaciones condenadas por Roma, pero sólo por oportunismo (Laín, Aranguren, Marías, Diez del Corral); y los ministros de Franco que igual podrían haberlo sido de Adenauer, De Gasperi o Schumann (Martín Artajo, Ruiz Giménez).)

Como coordenada, pues, de esta primera toma de la nueva posición de sus mayores, escribir a gusto de sus seniores, escribir Opus, de las tachas de heterodoxia latente, ingenuidad inoperante y modernismo.

Una vez establecida así, a fines de 1959, por el extranjero Menczer la división maniquea de los escritores españoles entre los buenos (adscritos o servidores del Opus) y los malos o dudosos (todos los demás), cuatro meses después y también fuera de España, donde tuvo poquísima publicidad, se cubre una etapa más encomendada al sacerdote del Opus Rvdo don José Luis Illánes Maestre, cuyos pocos años (menos de treinta) le permiten, como la extranjería de Menczer, por su notoria ignorancia personal de la actuación de sus mayores, escribir a gusto de sus seniores escribir sobre "L'azione politica dei cattolici nella Spagna d'oggi", en la revista Studi Cattolici, estampando relaciones de hechos que sólo conoce de oídas y juicios contra los que no se le podían alegar otros anteriores, como sucedería a sus cofrades de mayor de edad.

Inicia su artículo el joven publicista con una exposición de la actuación de los católicos durante la segunda República, reconociendo que su inmensa mayoría la aceptaron, empezando por la Jerarquía y por los laicos formados en el seno de la Acción Católica y de la ACNDP (Asociación Católica Nacional de Propagandistas), que bien pronto se organizaron en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Pero a continuación prescinde en absoluto de los intentos por los gobiernos republicanos para solucionar los problemas endémicos de España donde habían fracasado la Monarquía y su claudicación la Dictadura (regionalismo, reforma agraria, justicia tributaria, liberación de las estructuras), y reduce toda su historia a un problema de orden público en torno a la rebelión izquierdista de octubre de 1934, mientras calla la monárquica de agosto 1932, anterior a aquélla. Ello le permite justificar en bloque la legitimidad del Alzamiento Nacional, y prescindir de problemas tan poco claros como la actuación de los católicos monárquicos que desde 1933 recibían auxilio de Mussolini para derribar la República gobernada democráticamente por gobiernos de derecha donde predominaban ministros católicos, o las medidas tomadas contra los católicos vascos, incluso el fusilamiento de sacerdotes, y aceptar el calificativo de Cruzada para una guerra donde uno de sus iniciadores (Ramiro Ledesma Ramos) rechazaba explícitamente la Cruz como símbolo de unión, en su famoso Discurso a las juventudes de España, escrito en 1935 y reimpreso a todo lujo por los dirigentes de la decantada Cruzada.

Así simplificada la visión histórica de los orígenes del Alzamiento, aceptando el anteriormente formulado maniqueismo político, resulta fácil: escabullir gravísimos problemas de la Cruzada sobre los que el joven articulista pasa como sobre ascuas cuando no puede silenciar (actitud de los Mrs. Vidal y Barraquer, Múgica, Segura, Pildain, Martínez; profesiones de fe totalitaria ; prohibición de publicar la encíclica Mit Brennender Sorge; justificar la prevención de los vencedores de 1939 contra ciertos católicos que durante la guerra habían colaborado con la República siguiendo las directrices pontificias y episcopales, mientras no se ejercitaba contra militares como Franco, Queipo y Cabanellas ; y aplaudir la colaboración de los conservadores de la CEDA (Ibáñez Martín, Alarcón, Ladreda) reforzados después por los miembros de AC y ACNDP (Martín Artajo, Ruiz Giménez, Ortiz Muñoz, Máximo Cuervo, Larraz), lo que permite justificar la colaboración posterior del Opus Dei mediante su miembro profeso Alberto Ullastres Calvo, " autor con Navarro Rubio del actual plan español de estabilización económica ".

Si el joven articulista se hubiera limitado a esta justificación desde su punto de vista de los católicos colaboracionistas con el régimen, por haber evitado así que se apoderara de él " cualquier minoría extremista, secuaz de una ideología poco conciliable con los intereses de la nación" (p. 5) y de la Iglesia, nada habría que oponer, salvo lo débil de la argumentación con que se intentan justificar ciertas transigencias de estos católicos servidores de Franco en determinadas materias como la censura de prensa.

Lo que ya no es tan loable es la negación de esa libertad para optar por abstenerse de esa colaboración, o incluso para oponerse a los sucesivos avatares del régimen franquista, a otros grupos de católicos arbitrariamente caracterizados como " monárquicos liberales de Unión Española, algunos miembros de la vieja CEDA agrupados en torno a Gil Robles o Giménez Fernández, monárquicos tradicionalistas y falangistas y republicanos de tendencia conservadora ". Y mucho menos la caricaturizada y minimizada relación de las razones de su oposición : la prevención contra el poder personal dictatorial, la falta de libertades políticas, la censura de prensa, el divorcio entre una legislación perfecta y su escasa efectividad ; para concluir negando la legitimidad de aquella actitud, pues sólo un treinta por ciento de los elementos constitutivos del régimen franquista son inaceptables (!)

La mejor demostración del personal acento moderador del joven miembro del Opus Dei señor Illánes Maestre es su comparación con la publicada (también por cierto en la editorial Rialp en el siguiente año) por su no tan joven colega don Antonio Fontán con el título de Los católicos en la Universidad española actual, donde tras una primera parte inspirada en la búsqueda de un inexistente paralelo entre la ACNDP y el Opus Dei, se dedica a un furioso ataque contra el ministro propagandista Joaquín Ruiz Giménez y su equipo (Pérez Villanueva, Tovar, Laín, Ridruejo) al que llega a acusar de malversación por haber destinado a la revista Alcalá que sostenía su política, parte de los fondos consignados para la celebración del centenario de los Reyes Católicos; pero su error máximo parece haber sido, según Fontán, el famoso decreto de nombramiento automático de tres de los jueces de tribunales de oposiciones a cátedra ; todo ello agudizado con agridulces comentarios que culminan con la mal disimulada fruición con que consigna que el jefe del Estado despidió sin previo aviso a los ministros de Educación nacional y de Falange en febrero de 1956.

Más importante aún que este abandono del estilo moderado, es el planteamiento del problema del Estudio General de Navarra como Universidad Pontificia, extensamente examinado en el último capítulo, publicado como artículo en la revista Nuestro Tiempo, editada por el Opus Dei. Prescindiendo de la primera parte dedicada al planteamiento general del problema de la Universidad católica, las cuatro páginas concretamente dedicadas al tema no añaden nada nuevo a la elogiosa presentación publicitaria costosamente editada de esta nueva obra del Opus : pero permite al autor, bajo el título de Conclusiones, plantear la división maniquea de las dos Españas en el ambiente universitario (p. 153), vinculándolo estrechamente a la política ; y tras una inoportuna invocación (p. 155) a la floración de intelectuales católicos de la primera postguerra, que fue todo menos integrista, y de una cerrada defensa del catolicismo oficial del Estado, terminar con la consabida llamada a la unidad de todos los verdaderos católicos en torno al logro de las aspiraciones del autor y del Opus en el problema de la Universidad española.

Pero hasta qué punto son insinceras y oportunistas la moderación de Illánes y las invocaciones de Fontán, se ha encargado de ponerlo de manifiesto Vicente Marrero, colaborador de Pérez Embid en la revista Arbor, ensayista y director de Punta Europa, revista editada por el Opus Dei, donde entre los números 54 y 63 publicó una serie de macizos artículos, reunidos después en un extenso volumen, para reivindicar el gobierno totalitario de España exclusivamente para los representantes del llamado espíritu del 18 de julio, cuyo usufructo parece corresponder exclusivamente a los iluminados del Opus, entre los que se incluye con modestia, y para cuya recluta invita a los grupos católicos inconformistas a que nos pongamos de acuerdo sobre unas cosas mínimas aunque fundamentales, que son, claro es, las discurridas en interés del Opus.

Para poder plantear esta nueva y provechosa fórmula, comienza Marrero en plena línea Calvo Serer, a afirmar la constante tesis integrista de que la extrema peculiaridad de España impide puedan tener aplicación en ella las directrices de Rampolla más que de León XIII sobre el " Reallement" [sic] francés, y con notable desparpajo que olvida las últimas estadísticas católicas según las cuales hacia 1960 sólo cumplían el precepto pascual un 35% de los españoles y el de misa dominical el 40%, insiste sobre las fervientes masas populares del catolicismo, y concluye que " en España todo proclama a gritos la violenta oposición en que se encuentra el mundo contemporáneo con el catolicismo ".

Sentada así la incompatibilidad de España, y lo que es peor del catolicismo con el mundo contemporáneo, el escritor opusdeísta inicia una violenta requisitoria espléndidamente integrista contra todos los que no piensan sumisamente como los mangoneadores políticos del Opus, parapetados tras las virtudes de sus militantes de fila. Para ello, tras de negar la " cacareada superación " de derechas e izquierdas atribuida como originalidad a José Antonio Primo de Rivera, censura acremente la política de mano tendida hacia la izquierda de Dionisio Ridruejo y Pedro Laín, seguida por Aranguren y Marías y mimada por Serrano Suñer. No menos acres son sus ataques a Joaquín Ruiz Giménez, con quien en 1951 se identificó Fernández Cuesta. Y, montando por vez primera el ataque que fructificará 16 meses después, advierte a todos ellos que " de no rectificar a tiempo llevan el camino que los dejará en traidores" (n.° 62, II-1961, p. 82). Lo más curioso de la delirante posición de Marrero es que el peligro de tal traición es muy difícil de estimar, ya que lo presuntamente traicionado no puede determinarlo él mismo, según nos describe la línea ideológica del espíritu del 18 de julio que tan tozudamente afirma representar. " Después de 1945 -dice- ha habido sensibles cambios en la política española : en 1946 fuerzas sociales considerables de las finanzas, de la Universidad, de la política, se habían manifestado por la Monarquía ; en 1947 la Ley de Sucesión declara a España constituida en Reino [...] La evolución lenta del Estado le ha hecho pasar por diferentes estadios sucesivos : Alzamiento, Movimiento, Estado social católico y representativo que quiere salvar lo esencial de las etapas sucesivas bajo un mismo régimen, pero con distintas ideas del Estado. Ha habido también un planteamiento económico que ha conocido distintas etapas desde la inflación hasta la estabilización, apuntando la reactivación, sin olvidar otras facetas: política económica agraria, de industrialización, de vivienda, etc. Otro tanto puede notarse en la evolución social, y aún religiosa. "

Resulta pues evidente, por la confesión del propio Marrero, que éste no sabe o no puede concretar en qué consiste su entrañable "espíritu del 18 de julio" a través de sus sucesivos y contradictorios avatares, lo que no es de extrañar, pues lo mismo le ocurre a pesar de su preparación filosófico-histórica a su maestro y genio máximo del Opus Dei, Calvo Serer, que tras el lamentable fracaso de su tercera posición sólo puede pontificar en círculos muy restringidos. Por ello no es de extrañar que tras esa desalentadora confesión Marrero se dedique a la más fácil tarea de señalar quiénes son los españoles incompatibles con ese espíritu del 18 de julio, y por tanto deben quedar excluidos del usufructo del poder. Marrero excomulga a los siguientes :

a) La minoría intelectual de 1936, culpable de haber prescindido de los valores tradicionales españoles (Menéndez Pelayo, Balmes, Mella, Maeztu) y haber dado una boga que ni aún en la República tuvieron a Ortega, Unamuno, Machado, Menéndez Pidal (n.° 62, II-1961, p. 53).

b) Los influidos por el derrotismo y el liberalismo del siglo XIX, representados en España por la Institución Libre de Enseñanza y su sentido de convivencia laica (n.° 63, III-1961, p. 69).

c) Ciertas figuras del catolicismo progresista influidos por el clima extranjero, especialmente del francés Maritain y del qrupo Esprit (ibid., p. 81).

d) Todos los liberales trasnochados que consideraban democrático al gobierno republicano y añoran la monarquía parlamentaria (ibid., p. 75).

e) Los católicos españoles -si es que existen a pesar de desconocerlos el P. Guerrero- que desconfíen del Estado confesional y propugnen la laicidad como los progresistas franceses (ibid., p. 81).

f) Los intelectuales de nuevo cuño y muy en especial algunos jóvenes, incluso sacerdotes, que tratan con desconsideración y olvido a nuestros esforzados luchadores tradicionalistas (ibid., p. 82).

g) Los inmobilistas, llevados por un espíritu de adulación o comodidad, traidores al del 18 de julio y al común carácter negativo de a guerra que provocó (ibid.).

h) Los que cuentan con la resurrección de los antiguos partidos (ibid.).

Establecido así el catálogo de los réprobos, si bien absteniéndose de nombrarlos salvo a Laín y llegado el momento de mencionar los futuros salvadores del espíritu del 18 de julio, Marrero no encuentra más que al P. Santiago Ramírez, O.P., Leopoldo Eulogio Palacios, Alvaro D'Qrs, Millán Fuelles, López Ibor, y Millas Vallicrosa, absteniéndose de nombrar a los nombrados por Fontán, Ullastres, Calvo Serer y Pérez Embid, y a los conocidos colaboradores de aquél, Navarro Rubio, López Rodó, Rodríguez Casado y tantos otros que hoy ocupan altos cargos políticos.

Como resumen de este largo pero imprescindible examen de la posición doctrinal del Opus Dei respecto a la actividad de los católicos españoles en política, presentada en sus editoriales y revistas por sus teorizantes Cambra, Menczer, Illánes, Fontán y Marrero, podemos concretarla en las tesis siguientes :

I. No son legítimas por ser gravemente peligrosas, las divisiones del parecer de los católicos frente al problema de su actuación política (Illánes).

II. Son inadmisibles, como opuestas o traidoras al espíritu del 18 de julio, las opiniones de los intelectuales falangistas, neoliberales, católicos de izquierda, los demócratas parlamentarios, los adversarios del Estado confesional, los jóvenes legos y sacerdotes abiertos al avance social, los inmobilistas y los pluralistas políticos (Marrero).

III. Toda discrepancia o crítica de las actuaciones o puntos de vista del Opus Dei implica una maniobra desleal o un intento de dividir a los católicos españoles (Fontán).


Motivos de la inducción a la violencia contra los adversarios del Opus Dei

Con estos antecedentes sobre la línea doctrinal del Opus Dei, al que Fontán presenta como victima de la incomprensión de quienes no querían entenderlo y de la calumnia de gente malintencionada que lo presentaba como una organización secreta que quería apoderarse ocultamente de todos los puestos de mando e influencia de la sociedad, podemos pasar a examinar brevemente tres aspectos de su actuación política directa, a partir de su acceso a las carteras ministeriales, confesado en Comercio, admitido en Hacienda, y negado en Obras públicas, Gobernación e Información, donde sí el ministro no es profeso, es tan simpatizante que la mayor parte de las Direcciones generales están desempeñadas por profesos o asociados del referido Instituto Secular, quienes seguramente por modestia silencian su afiliación dando así pretexto a la pretendida calumnia de intriga y secreto.

No puede caber duda de que la política económica de Ullastres, tan discutida por quienes pueden hacerlo en cuanto a sus ventajas para el sector de obreros y empleados, cuyos ingresos congelados han sido rebasados por los aumentos de precios registrados oficialmente, ha proporcionado saneadísimos negocios a la Banca, y entre ella al Banco Popular Español, controlado por el Opus Dei, y a entidades financieras como ESFINA, cuyo presidente hasta el 2-XI-1957 fue el mismo Alberto Ullastres y que desde entonces ha ampliado prodigiosamente el campo de su actividad, habiendo logrado absorber los Bancos de Jerez, Salamanca y algún otro menor, y fundado otras entidades hoy florecientes como SIBEREX, OTEIN y LUGAR, a su vez con numerosas filiales que controlan prácticamente el fructuoso negocio de los supermercados, mientras una drástica incursión en el campo de la cinematografía impone a las salas de espectáculos los servicios de las distribuidoras PROCUSA y DIPENFA, y florecen empresas editoriales propietarias de periódicos (Alcázar, Madrid, Diario Regional), revistas (Actualidad Española, Nuestro Tiempo) y agencias (SARPE, Europa Press).

No es que digamos que estos negocios típicamente plutocráticos sean propiedad de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei, pero sobradamente conocemos la habilidad del señor Ullastres y sus hoy sucesores en la dirección financiera de tales logros plutocráticos. Pero al menos es de llamar la atención que los profesos del Opus Dei en el voto de pobreza que dirigen todas esas empresas, y dirigieron alguna otra dedicada al tráfico de divisas como el Banco de Andorra, puedan tan fácilmente dejar de lado las prevenciones contra el espíritu de lucro que para todos los fieles señala el canon 1543 del Codex. Por último, y aunque de este aspecto económico no se ha ocupado el señor Fontán, no puede caber duda de que el Estudio General de Navarra ha sido y será un excelente negocio con sus gastos de establecimiento sufragados por donativos o préstamos sin interés ni plazo de devolución, y las pensiones bastante elevadas (según manifestaciones de los interesados) que pagan los 1 500 alumnos que el señor Fontán afirma tuvo en 1960: negocio que llegaría a ser fabuloso si obtenida la dispensa de exámenes bastara ubicarse en alguna de sus espléndidas y caras residencias para obtener un título profesional superior, con lo que todos los retoños de familias opulentas con pocos deseos de estudiar se apresurarían a adquirirlo sin reparar en gastos, acreciendo en proporciones astronómicas el ingreso de las residencias estudiantiles del Opus.

Es pues evidente que partiendo de la angustiosa situación de 1956, aún no completamente salvada, como lo demuestra la insistente petición de pequeños préstamos suplementarios a entidades de Ahorro andaluzas u otros expedientes más oblicuos cuando llegan los vencimientos de las letras descontadas por los cinco grandes bancos, no es de extrañar que quienes personalmente llevan la gestión de desenvolvimiento financiero del Opus Dei, se vean en trance de acudir a procedimientos drásticos contra quienes siendo católicos conocidos y probados ponían obstáculos a las dos últimas aspiraciones religioso-político-financieras del Opus Dei: la consolidación del Estudio General de Navarra, transplante con monopolio a la enseñanza superior del aprovechamiento económico de la segunda enseñanza, y el mantenimiento en los ministerios económicos en poder del Opus Dei que de una parte permite contener el deseo de los cinco grandes Bancos de cancelar sus préstamos al Opus Dei, lo que supondría la ruina de éste primero y de sus avalistas después, mientras que los negocios (comercio, patentes, cine, prensa) últimamente montados siguen rindiendo frutos bastantes para pagar más de doscientos millones de pesetas que adeuda hoy el Opus Dei.

Por lo que toca al Estudio General de Navarra, ha de reconocerse que el negocio fue excelentemente preparado. En un principio se inició con una agrupación de Colegios mayores incorporados a la Universidad de Zaragoza y nutridos con alumnos de familias vinculadas al Opus Dei residentes en toda España, no de otro modo, como desde fines del siglo pasado existieron Deusto de los jesuitas o El Escorial de los agustinos. Bien pronto, sin embargo, las excelentes relaciones que de siempre ligaron a los políticos del Opus Dei con el Nuncio Monseñor Antoniutti, cuyo suntuoso nuevo palacio ministraban, y con el grupo de celantes encabezado por S.E. el Cardenal Ottaviani, y las que supieron anudar los Padres Escrivá y Portillo con Monseñor Tardini, les permitió sorprender a todos los españoles, incluidos algunos de sus jerarcas provincianos, con la proclamación de aquella entidad como Universidad Pontificia, por Constitución Apostólica del 6-VI1-1960, a la que se dio extraordinario esplendor, con asistencia del señor Nuncio el 25 octubre de 1960, en acto solemnísimo al que concurrieron como invitados de honor muchos dignatarios eclesiásticos y civiles vinculados a la Obra, lo que hizo más significativas ciertas ausencias. Seguidamente se inició la hábil maniobra de que al socaire de la validez profesional en la esfera eclesiástica de los títulos concedidos por la flamante Universidad, se reconociera también validez en la esfera civil a los títulos de abogado, arquitecto, médico, etc., gravísimo problema que nunca habían planteado las Universidades anteriormente existentes, y tan pontificias como aquélla, de Comillas y Salamanca. Ello provocó la extrañeza primero y la protesta después de los alumnos y profesores universitarios, que en vano trataron de [impedir] ahora con diversas maniobras el Opus y sus fautores, pero que se ha manifestado -dentro de las posibilidades regimentales- en la mayoría de las Universidades, e incluso en declaraciones de Juventudes Universitarias Católicas sometidas a la censura de sus Ordinarios. En definitiva y a pesar de la aprobación inicial de un Convenio, las concesiones necesarias en su discusión han suprimido el monopolio perseguido por el Opus, lo que explica su irritación contra quienes frustraron la hábil maniobra financiera.

No menos explicable que la irritación de los autores del Opus Dei contra sus oponentes católicos, tanto profesores como jóvenes, que obstaculizaron la solución de sus graves dificultades financieras, es la derivada de las críticas y censuras a la política económica y fiscal de los ministros Ullastres y Navarro Rubio. Esta, como ha afirmado rotundamente el Cardenal Arzobispo de Sevilla en su Pastoral de marzo de 1962, hizo recaer el peso de la estabilización sobre las clases económicamente inferiores de la sociedad, congelando salarios y jornales. En cambio, reiteradas veces ha declarado intangible la anterior distribución de las ganancias empresariales, donde la parte del león se la llevaba el capital merced a la situación preestablecida, sobre todo el capital financiero y bancario, cuya tasa de interés -merced a tretas inmorales muchas veces- excede en realidad del 10%. Tal situación agobiante y la creencia general de que la organización sindical era ficticia, a favor de políticos no trabajadores ni elegidos libremente, y desentendida de las justas aspiraciones de los obreros -opinión generalizada tras los abusos y trampas de las últimas elecciones sindicales y denunciadas valientemente por las HOAC, con apoyo de S.E. el Cardenal Primado- provocó en los meses últimos de abril y mayo, a raíz de un pequeño conflicto bienquisto de los mismos patronos, una general oleada de huelgas industriales y agrarias, que en gran parte lograron satisfacciones económicas, pero sobre todo demostraron el total fracaso y desprestigio de los sindicatos estatales, el apoyo del pueblo a quienes protestaban, y las funestas condiciones de vida sindical y pública, totalmente opuestas a las bases democráticas exigibles a los Estados que quieran incorporarse al Mercado Común o integrarse en Europa, condición ésta imprescindible para que no fracasara estrepitosamente el plan Ullastres y hubiera que volver a la anterior inflación, con el consiguiente desprestigio del autor y de su equipo Opus, cuya muy probable salida del poder podía casi seguramente acarrear la asfixia financiera por los Bancos y prestamistas del artilugio industrial y plutocrático controlado por aquel Instituto Secular.


Directa intervención del profeso del Opus don Alberto Ullastres

Sólo ponderando bien los gravísimos peligros que para los grupos de presión cuyo gestor y mandatario era don Alberto Ullastres suponía el fracaso de sus dos planes de monopolio de la enseñanza universitaria y de acceso al Mercado Común, puede explicarse la irritada y descompuesta reacción pública de aquél no contra comunistas y masones -habituales cabezas de turco del señor Arias Salgado- sino contra lo que a efectos tácticos llamó progresismo católico, donde siguiendo la línea apuntada por los teorizantes de su grupo ha querido señalar como víctimas propiciatorias de la venganza estatal a todos los católicos españoles no comprometidos en el economicismo del Opus cuyo catálogo formulara Marrero.

Lo primero que llama la atención de esta catilinaria del señor Ullastres contra "el gran error del siglo XX, el progresismo ", es que hasta ahora cuando el Opus teorizaba solía encargar de ello a uno de sus numerosos adherentes preparados en cada tema : asi sobre filosofía de la historia hablaba Calvo Serer, sobre historia política española Fernández de la Mora, sobre educación Fontán, sobre teología Pániker. Para hablar de errores doctrinales de los católicos parecía lógico, supuesta la actual casi jubilación de Monseñor Escrivá, hubieran encargado a Pániker, a Calvo Serer o a alguno de sus canonistas (Lombardía, La Mera). Encargar tan difícil tarea a Ullastres, cuyo economicismo extremo, demostrado en ESFINA prácticamente, no es la preparación adecuada para estos temas, no puede tener otra explicación que asegurar la difusión de su tesis mediante la inserción obligatoria en la prensa de los discursos ministeriales, o bien darle carácter de advertencia amenazadora para los católicos discrepantes del Opus Dei, motejados de herejes progresistas para desde el primer párrafo pedir que contra ellos " actúe quien tenga que actuar ", que como veremos seguidamente son los obispos vinculados política y económicamente al régimen, desde los tiempos en que éste, con menos precio de las encíclicas pontificales, se proclamaba totalitario ; son también los tribunales de excepción y la policía. Esta incitación se halla claramente incluida dentro de la imputabilidad penal que al coautor moral asigna el vigente Codex en su canon 2009, par. 5, y los autores han calificado de consilium vestitum. Limitándonos tan sólo a las más graves extralimitaciones doctrinales del eminente economista y ministro en ejercicio, podemos señalar:

I. " Así como la herejía del siglo XIX fue el liberalismo, no el liberalismo económico sino el liberalismo religioso ". Usando el término herejía en sentido amplio de doctrina reprobada por la Iglesia y no en el estricto que exige sentencia judicial, no puede caber duda que el liberalismo, abuso de la verdadera noción de libertad -no defensa del exacto contra Marrero, etc.- se da lo mismo no tan sólo en el aspecto religioso a partir del siglo XVI sino en el político que condenó el Syllabus, y en el económico condenado por todas las encíclicas sociales aunque no se hayan enterado en la ESFINA o en el Banco de Andorra.

II. " El progresismo es algo muy difícil de explicar aquí delante de Vds., con esta falta de tiempo ". El catedrático Sr. Ullastres sabe que quien tiene conciencia de tal se prepara con tiempo sus temas, y nadie le obligaba sin preparación a dogmatizar sobre tema tan resbaladizo.

III. El progresismo " hace pasar a segundo plano lo auténticamente religioso y sobrenatural para volcarse en el mundo de lo social ". Quien erró en tal forma prescindiendo de los deberes de caridad sobrenatural fueron los capitalistas, católicos o no, que viven de la usura condenada por Cristo, so pretexto de inversiones, financiaciones y otros artilugios.

IV. El progresismo "se pasa al enemigo y emplea desde las tácticas hasta los argumentos y la dialéctica del propio marxista ". Coincidir con Marx en casi todas sus críticas concretas del capitalismo, lo han hecho desde León XIII y Pío XI hasta José Antonio y Franco.

V. " La dialéctica marxista considera inevitable la aparición al final de un Estado comunista ". El catedrático señor Ullastres sabe seguramente que el Congreso Internacional Socialista de Frankfurt de 1956 suprimió la dialéctica marxista hegeliana.

VI. " El progresismo admite como lícita y conveniente o al menos como inevitable la lucha de clase ". Tema demasiado resbaladizo que como el del derecho a la rebeldía se fundamenta en el natural de legítima defensa, y que por lo que toca al derecho de huelga (que es donde le duele al planificador exdirector de la ESFINA) lo han tratado concluyentemente los señores Pía, Gúrpide y Pildain.

VII. " Lo fundamental del catolicismo radica en el ser íntimo y personal del hombre". Doctrina totalmente olvidada por los cofrades del señor Ullastres, políticos y financieros ocupados ante todo en la construcción de estructuras financieras y grupos de presión.

VIII. " Sólo por la proclividad a esta posición puede darse el problema que se ha llegado a plantear en algunos casos con la interpretación de la Mater et Magistra. Para nuestra sorpresa la voz de la Iglesia, la voz del Pontífice, ha podido ser en algunas bocas prostituida, utilizada contra su propio espíritu y su propia esencia que es la caridad antes que nada ". Que un semirreligioso profeso de los tres votos utilice calificativos tan duros como boca prostituida o prostituidora contra comentaristas de la Mater et Magistra que por virtud de la censura del Estado que seguramente no lo hubiera permitido sólo puede haberse expresado en publicaciones eclesiásticas, es algo tan extraordinario que no nos atrevemos a estampar aquí el juicio que nos merece tanto el acto en sí como el silencio de las autoridades competentes, empezando por el muy Rvdo. P. Escrivá, fundador y superior del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad de Navarra, que nada ha tenido que corregir. Pero es que además resulta falso querer enseñar las enseñanzas y admoniciones de la Mater et Magistra en el ámbito superrogatorio de la caridad, para que la ESFINA, SIBEREX, etc. no tengan que cumplir los deberes primordiales de justicia sobre los que aquélla insiste, como han señalado en sus pastorales los propios Ordinarios españoles especialmente los de Sevilla, Bilbao y Oviedo, y religiosos tan esclarecidos como el jesuita P. Diez Alegría en la misma Barcelona pocas semanas antes de la explosión del señor Ullastres, sólo explicable, en hombre tan atildado y educado como él, por lo difícil de su situación política.

IX. Damos por reproducidas para rechazarlas y señalar su gravísima trascendencia, las consecuencias que de su anterior afirmación para motejar las calificaciones de las explicaciones de la Mater et Magistra que no agrandan a sus cofrades en el Instituto y a sus consocios en los negocios : " Instrumento de lucha de clases " o de " bandería para dividir con el odio " ; " utilización con fines fraudulentos no ya muchas veces del orden social, sino del orden político ", para terminar con la tajante afirmación gravísima en un ministro de un gobierno que aunque ya no se proclama totalitario es autoritarísimo y deroga cuando le place las mínimas garantías personales de Derecho natural contenidas en esa Carta otorgada que con burla de la historia patria se llama Fuero de los Españoles, de no ser tolerables por su repercusión en los delicados problemas que él y otros tienen entre manos en el campo de lo social en España. Gravísima amenaza recalcada con énfasis al intercalar que lo dice muy alto para deslindar los campos (tarea ya aclarada por sus cofrades Illánes, Fontán y Marrero) y suplementada con la alusión entre volteriana y neopagana de que toda la doctrina social de la Iglesia existe desde Cristo y no se han inventado ahora las exigencias del catolicismo, olvidando que si el Pontificado tiene que formular sus encíclicas aplicando los eternos principios del Decálogo a las circunstancias modernas, es porque sólo el capitalismo ha inventado recientemente para eludir su séptimo precepto esa cascada de entidades ficticias, extorsionadoras o usurarias que chupan y sustraen el legítimo fruto del trabajo del obrero en el mundo superplutocrático donde el señor Ullastres y sus cofrades banqueros gustan de moverse a pesar del voto de pobreza.

X. Por último el señor Ullastres toca a rebato contra quienes incautamente o por lo que sea están penetrando con espíritu progresista en nuestro mundo, es decir, contra todos los católicos disconformes con el Opus y opuestos a los planes del señor Ullastres y de sus amigos. Y aunque dedica una línea a su peligrosidad para la Iglesia, sobre lo que insiste que se " opone y se opondrá siempre tenazmente a que nos torpedeen con pretextos viciados de dentro o desde fuera la estabilidad, base ahora de nuestro desarrollo y de nuestra prometedora mejora social ".Y para que no pueda haber duda del ambiente ideológico en que se amamanta su improvisada intercalación teológico-canónica en su exposición doctrinal económica, no faltan alusiones a que el progresismo es más peligroso que el comunismo, una invocación a su preocupación social, y el halago para el mundo empresarial que constituía su auditorio. Pero medularmente el discurso del señor Ullastres es en este epílogo una denuncia, una amenaza y la preparación de una maniobra policiaca de gran envergadura :

a) La denuncia del señor Ullastres, indiscutible representante del Opus Dei contra todos aquellos católicos no comprometidos en sus maniobras -que según algunos de sus críticos conducen por el dinero hacia Dios y según otros por Dios hacia el dinero- no sólo está perfectamente clara en su invocación para que actúe quien debe actuar, sino en la caracterización de los denunciados (que no son desde luego los comunistas), y que reviste los mismos delineamientos de los hechos moderadamente por Illánes, insidiosamente por Fontán y tragicómicamente por Marrero, todos los cuales aplican el mismo calificativo de progresistas a católicos no conformes con el Opus.

b) La amenaza contra los así calificados también es indudable : se les reprocha ser peores que los comunistas por más sinuosos y mucho más peligrosos, ser bocas prostituidas o prostituidoras, enemigos de la caridad, fraudulentos enemigos del orden social y político, y con ello se justifica la decisión de combatirlos con la máxima energía y tenacidad.

c) El planteamiento de una devastadora operación policiaca contra los así denunciados y amenazados, es lo que constituye la propia y personal contribución del hasta ahora circunspecto señor Ullastres, para ello excelentemente incrustado en un sillón contiguo al de sus simpatizantes señores Arias Salgado y Alonso Vega, bien sostenidos el primero por el director general señor Rodríguez Casado y el segundo por el señor Morís Marrodán, ambos conocidas lumbreras del tan citado Instituto Secular. Y lo más digno de atención es que cuando el señor Ullastres pronunciaba en Barcelona, el 2 de junio de 1962, su discurso denunciando el progresismo católico como fautor fraudulento de maniobras en el interior y en el exterior contra la panacea de la estabilización a costa de las clases obreras y medias y mayor beneficio de las entidades plutocráticas aconsejeradas por la plutocracia más o menos opusdeista, ya se habían producido -y triunfado en muchos casos- las huelgas sostenidas por organizaciones seglares de Acción Católica ; y habían sido repartidas profusamente por correo, en sobre con el correspondiente membrete, las invitaciones del Mouvement Européen a los europeístas -entre ellos algunos tan afectos al Opus Dei como don José Miguel Azaola- para concurrir del 5 al 8 de junio a una reunión en Munich a fin de tratar de la incorporación de España al Mercado Común.

Que esta aspiración no tenía nada de nefanda, lo demuestra que pocos días antes el mismísimo ministro de Asuntos exteriores don Fernando María Castiella, en nombre del Caudillo había dirigido la petición oficial de tal incorporación a la más alta representación del organismo oficial; y que no mucho antes el propio don Alberto Ullastres, en un discurso en Bilbao, había manifestado que esa incorporación era coronamiento imprescindible de la política de estabilización primero y reactivación después que viene dirigiendo y que se pone en trance de fracasar cuando se intenta moderar la actual parte del león en la distribución de las ganancias empresariales que se ha reservado el capital plutocrático.


El Ministerio de información denuncia falsamente como traidores a los católicos adversarios del Opus

Por todos estos antecedentes, los pocos españoles que todavía leen algo más que las secciones deportivas de los diarios, quedaron sorprendidos al encontrarse el día 9 de junio 1962 en lugar destacado de aquéllos una nota idéntica en todos, con la indudable marca de fábrica de la Dirección general de Información que rige el conocido profeso del Opus don Vicente Rodríguez Casado, donde con gran aparato tipográfico y con referencia a una crónica telefónica enviada al sensacionalista France-Soir por su corresponsal Marcel Niedergang, se descubría al común de los españoles que no pueden leer más prensa que la controlada por el señor Arias Salgado, la reunión ultrasecreta de Munich, donde en indigna maniobra contra España que puede llamarse el contubernio de la traición se habían conjurado elementos de diversas tendencias aliados al comunismo, citando nominalmente a Jiménez Fernández, Gil Robles, Prados Arrarte, Alvarez de Miranda, Fernández de Castro, Alfonso Prieto, Satrústegui y Ridruejo de los residentes en el interior, y expuestos por lo tanto a las represalias policiacas. En días sucesivos, aunque todavía se señale en otra nota oficiosa un nuevo nombre (don Félix Pons) y se repitieron los insultos colectivos en algunos periódicos creando un clima de exaltación contra los así inculpados y motejados -tan grave que ocho días después con ocasión de reunirse en Valencia una ingente multitud calculada entre cincuenta mil y quinientas mil personas una voz pudo gritar " ¡ los de Munich a la horca ! " siendo acogida con grandes aplausos esta excitación al crimen sin protesta de quienes la oyeron, entre ellos Excelentísimos, llustrísimos y Reverendísimos Señores, y con la aprobación implícita de la censura de prensa en el Ministerio de Información que han impuesto su publicación en los periódicos de toda España.

No es sin embargo hoy nuestro propósito intentar la debida reparación para tales ofensas, pues tiempo habrá para ello y para otros casos mucho más graves cuando se restablezca el Estado de Derecho en nuestra Patria. Tratamos tan sólo de que no se repitan casos como el denunciado, en que, como dice la Encíclica Immortale Dei (1-XI-1885) algo sorprendentemente citada por el señor Illánes " no tolera la justicia " que a personas cuya piedad es por otra parte conocida y que están dispuestas a aceptar dócilmente las enseñanzas de la Iglesia católica (como es el caso de la inmensa mayoría de los entregados a la vindicta pública en la nota circular de los señores Arias Salgado y Rodríguez Casado) se les acuse de falta grave porque piensen de distinto modo en cuestiones meramente políticas, como son el mejor régimen político o tal o cual forma de constitución política.

Y si según la doctrina católica no se puede ni tan sólo acusar de falta grave a católicos probados, culpables sólo de discrepar del señor Illánes y de sus cofrades en su admiración y colaboración hacia el régimen franquista, ¿ es de admitir quizás que el cofrade señor Fontán atribuya perversión a quienes no se entusiasman, antes bien discrepan, de los procedimientos y realizaciones docentes del Opus Dei ; que el afín bachiller Marrero moteje de traidores a todos los católicos que no coinciden con el Opus Dei en las libaciones presupuestarias o en la fe en un indeterminado espíritu del 18 de julio ; que el señor Ullastres los denuncie y amenace globalmente ante las autoridades más o menos competentes, y que los señores Arias Salgado afín y Rodríguez Casado cofrade, los denuncien nominalmente a la policía del Ministerio donde tienen vara alta los cofrades señores Morís Marrodán y López Rodó.

Pero es que además se da el caso que a consecuencia de las denuncias y acusaciones globales de los señores Marrero y Ullastres y de las personales del señor Rodríguez Casado, y aparte vejámenes de orden moral, son bastantes las personas que han sufrido trabajos, molestias y daños materiales en sus personas y bienes. Y aunque los señores Arias Salgado y Rodríguez Casado no han creído oportuno facilitar ninguna nota oficiosa sobre ello, por noticias particulares y por la prensa y radio extranjeras se sabe han sido confinados en la isla de Fuerteventura, don Joaquín Satrústegui Oriol, don Jaime Miralles, don Jesús Barros de Lis y don Fernando Alvarez de Miranda ; en la de Hierro don Iñigo Cavero y don Antonio García Ruiz ; en otra no precisada don Félix Pons ; y han sido obligados a expatriarse don José María Gil Robles, don Jesús Prados Arrarte, don Ignacio Aldecoa, don Carmelo Cembrero, don Ignacio Fernández de Castro y don Dionisio Ridruejo, todos los cuales pueden ser considerados víctimas de un deliberado plan político de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei preparado por sus profesos señores Illánes, Fontán, Ullastres, y Rodríguez Casado, con el auxilio de otros profesos y afines.


Mala fe de la nota denunciatoria

Ha de tenerse en cuenta que las pretendidas acusaciones de traición no han pasado, al menos en la nota acusatoria, del estadio literario. Porque aunque en el primer párrafo de la nota se habla de " estar conjurados elementos de diversas tendencias aliados a comunistas y a socialistas ", posteriormente no se cita a un solo comunista entre los asistentes a la reunión ultrasecreta celebrada públicamente y previa citación escrita en Munich ; y en cuanto al iniciador de la reunión don Salvador de Madariaga, no sólo ha sido citado elogiosamente en varias revistas culturales de carácter oficial (Arbor, de XI-1953, Revista de Indias, etc.), sino que el propio don Rafael Calvo Serer en su ensayo sobre La fuerza creadora de la libertad (volumen 90 de Biblioteca del Pensamiento Actual, editada por Rialp, S.A., propiedad del Opus Dei, en mayo de 1958) no sólo elogia cálidamente la obra de Madariaga como historiador y su estimación de la tradición católica nacional, singularmente de Menéndez y Pelayo (p. 212), sino que confiesa haber dialogado largamente con él en Oxford y coincidido en muchos aspectos doctrinales (p. 214), sin que por ello su cofrade señor Rodríguez Casado hiciera publicar una nota circular acusándolo de traidor.

Porque si en vez de acumular tópicos e insultos, la mencionada nota y sus complementarias hubieran insertado las bases aprobadas en Munich para una aproximación política del actual régimen español a los de los demás Estados integrados en la Europa de los Seis el lector español hubiera podido comprobar que gracias a la intervención de los españoles procedentes del interior, las distintas fuerzas políticas representadas en el Parlamento Europeo (democristianos, socialistas, liberales) habían reducido al mínimo las exigencias mucho mayores que anteriormente manifestaron al conocer la petición del señor Castiella. Porque en vez de exigir pura y simplemente unas previas elecciones democráticas para admitir al Estado español en el Mercado Común, se conformaban con cinco condiciones -consentimiento libre de los gobernados, libertad de palabra y prensa, respeto a las instituciones naturales, libertad sindical auténtica, posibilidad de existencia legal de núcleos de opinión libre y de partidos políticos- que ningún católico puede reputar condenables, pues todos han sido explícitamente admitidos y elogiados en sucesivas encíclicas de Pío XI, Pío XII y Juan XXIII, quienes por el contrario condenan la negación totalitaria de aquellos postulados políticos. Por consiguiente, cuando los profesos del Opus señores Illánes y Fontán niegan en nombre de la unidad entre los católicos a muchos de estos el derecho a discutir u oponerse a su actitud colaboracionista defienden no la causa de la Iglesia sino los provechos económicos que para su Obra piensan obtener. Y cuando su afín el señor Marrero los acusa de traidores, cuando el profesor señor Ullastres los denuncia como enemigos del Estado y pide la intervención contra ellos de las autoridades, y cuando su cofrade el señor Rodríguez Casado los acusa de colaboradores del comunismo, los moteja de traidores y azuza contra ellos a la policía que los confina o deporta y a las masas irresponsables que piden para ellos la horca, no pueden invocar en defensa de su conducta la defensa de la Iglesia, y están obligados, si es que el Codex luris Canonici sirve para algo, a indemnizar a sus victimas a tenor del canon 2 210, parr. 2° y 2 211 con sus bienes personales como autores morales de daños, a tenor del canon 2 209, parr. 3, o incluso con los propios del Instituto a que pertenecen todos ellos si concurren las condiciones exigidas por el mismo en su parr. 6.


Necesidad de esta consulta previa

Ahora bien ; y con esto entramos en el motivo fundamental de este escrito una vez expuestos los precisos antecedentes: las víctimas de las maniobras político-económicas del Opus Dei no pueden de momento dirigirse al mediatizado poder judicial del Estado, pues repetidos casos muestran que hasta que cambie el actual régimen no se puede obtener justicia en ningún asunto interferido por la política, como lo han experimentado últimamente los abogados barceloneses que por intentar amparar a varias personas, una de ellas su colega, maltratadas por la policía dependiente del Ministerio de la Gobernación, se han visto a su vez encausados por denuncias falsas. Pero habida cuenta de que el Concordato de 23-VIII-1953 que ha permitido acceder al episcopado a devotos amigos del Caudillo y del Opus, permite también la actuación de los tribunales eclesiásticos en las causas sometidas a su fuero en sus artículos 2 y 24,4; y entre ellas a tenor del canon 1 553, parr. 1 nº 3 en relación con el 120 por lo que toca al señor Illánes, al 614 por lo que toca al señor Ullastres, al señor Fontán y al señor Rodríguez Casado ; y el mismo canon y parágrafo en el nº 2 por lo que toca al mismo Instituto secular.

Creemos pues que en buena doctrina, cualquiera de los tribunales episcopales o archiepiscopales españoles debería admitir una demanda de las víctimas del Opus Dei, contra los miembros de éste inductores de las persecuciones sufridas y daños causados ; pero en la práctica resultaría tan ingenuo como inútil introducir esa causa ante muchos Obispos estrechamente ligados a la Obra o a la situación política dominante, autora material de aquellos daños, y así lo demuestra la experiencia en no pocos casos recientes. Bastará recordar lo ocurrido con el escrito redactado por trescientos treinta y nueve sacerdotes vascos sobre los gravísimos peligros que determinadas actividades políticas inferían a la fe de sus feligreses, donde prescindiendo de la capital necesidad de poner remedio a los grandes abusos enunciados, sólo se atendió al error formal de no haberse dirigido particularmente a cada uno de los cuatro Ordinarios invocados ; o por la declaración de las organizaciones seglares de Acción Católica sobre el Derecho laboral cristiano, que no obstante su perfecta ortodoxia y evidente oportunidad y aprobación de la más alta Jerarquía en nuestra patria, por la particular situación estatal del Ordinario territorial acarreó graves sanciones eclesiásticas y estatales a quienes en tan capital materia defendieron la verdadera doctrina, mientras a sus cerrados opositores, e incluso a quienes vulnerando los privilegios clericales han detenido o amenazado a sacerdotes o religiosos, nadie les ha dicho una palabra.

Por todo ello, y teniendo en cuenta lo prevenido en los canones 1 557, parr. 2, nº 2 en su etc. analógico donde está sin duda comprendido un Instituto láical de erección pontificia, y 1 559, parr. 2, así como las constituciones pontificias reinstaurando y regulando el funcionamiento del Tribunal de la Rota española, los perjudicados y agraviados por los actos del Opus Dei han decidido interponer su demanda ante ese Venerable Tribunal, residente en la Nunciatura Apostólica en España, lo que además permitirá unificar en una sola causa las que dados los distintos domicilios de los agraviados habría que multiplicar en diversas diócesis, sin contar con el complicado, largo y peligroso procedimiento a que se refiere el canon 1 614, parr. 2.

Por último y aún prescindiendo de todos los suficientes argumentos hasta aquí alegados, como los agraviados están plenamente decididos a que sea cual sea el Tribunal ante el que tengan que comparecer en ningún caso dejarán de instar la reparación de los agravios y daños sufridos, y para el improbable en que los de la Iglesia no se estimen competentes, habrán que acudir en su día a una juridicción estatal independiente, una vez se haya restablecido el Estado de Derecho, teniendo para ello como católicos que acreditar no incurren en el delito canónico previsto en el nº 2 del canon 2 334 del Codex vigente, por no haberse admitido esta petición.

Por lo expuesto, en nombre propio y en el de otros agraviados impedidos hoy de acudir ante V.E.R.

SUPLICO que acogiendo benévolamente este escrito preparatorio de la Introducción del de demanda, se sirva declarar si se considera competente para conocer de la causa a que me refiero en el cuerpo de este escrito, o por el contrario no le incumbe a ese Supremo Tribunal entender en ella, quedando libre quien suscribe para buscar ante otros tribunales el restablecimiento de sus derechos atropellados."

Madrid, julio de 1962.


In D. Artigues, El Opus Dei en España, Paris 1971, pp. 221-242