A. Sáez Alba - La ACNP: La otra cosa nostra

LA ASOCIACIÓN CATÓLICA NACIONAL DE PROPAGANDISTAS
Y EL CASO DE «EL CORREO DE ANDALUCÍA»


Autor: A. Sáez Alba.
Editor: Ruedo Ibérico.
Lugar y fecha: París, 1974.
Páginas: 325, de 22 x 13 cms.


CONTENIDO

Consta la obra de tres partes: Una introducción a la ACNP, una historia de la Asociación y, como apéndice, el caso de «El Correo de Andalucía».

La primera parte, Introducción a la ACNP, está firmada por «Colectivo 36». La Asociación fue creada en 1909. En 1912, siente la necesidad de un órgano de expresión y consigue la cesión, a título gratuito, de El Debate, comprado por Herrera Oria y José María de Urquijo. En 1920 son ya un centenar los propagandista y constituyen la élite de la Acción Católica Española. La Dictadura de Primo de Rivera crea las condiciones que han de permitir un desarrollo vertiginoso de la ACNP y, en 1931, el número de propagandistas asciende a 537. De 1909 a 1931, la ACNP se ha convertido en un grupo clave de las derechas católicas españolas.

Durante la República, la ACNP consigue ser el grupo mayoritario de polarización de las fuerzas políticas conservadoras católicas. Pero durante la guerra, no constituye una fuerza política autónoma dentro de la coalición franquista, sino que sus miembros actúan aisladamente.

En la posguerra, la ACNP monopoliza la representación eclesial sin intento de actuar al margen de la Jerarquía española. Su participación en la construcción del nuevo Estado es tan esencial como la de la Falange, aunque a nivel superior, aportando organizadores y juristas. Pero la actuación principal de los propagandistas en los años de posguerra se desarrolla en los terrenos económicos, información y de la educación. La información, especialmente, fue considerada siempre por los propagandistas como su feudo natural -dice el autor- y desde la fecha de su creación ocuparon mayoritariamente todas las instituciones relacionadas con la información. En el campo de la educación, los propagandistas fueron el principal instrumento de la Iglesia Católica española para la obtención de un status docente favorable impidiendo la total estatización de la enseñanza requerida por la Falange.

De 1945 a 1951 se produce la consolidación interna de la ACNP y el inicio de la desfalangización del régimen. Al final de este período, la Asociación, como grupo político, representa los intereses de la gran burguesía. La Falange debería ser un instrumento secundario, limitado a una tarea enouadradora.

De 1951 a 1965 se desarrolla -según la obra- la experiencia fracasada del Estado nacional-católico. La ACNP élite de la burguesía, especialmente en la primera fase, intenta monopolizar la corriente demócrata-cristiana española, así como la integración del régimen en el capitalismo europeo. A partir de 1957 comienza la crisis de la ACNP, tanto en el aspecto político, dentro del régimen, como por la crisis de la misma Iglesia. Hacia los años sesenta comienza la separación entre el Estado y la Iglesia, iniciando la Asociación una etapa de revisión interna.

La ACNP sale reforzada de su crisís a principio de los años setenta, y su postura política se identifica con e1 sector mayoritario de la Jerarquía eclesiástica. La posición de la Iglesia española se deduce de las actuaciones y dedaraciones del Cardenal Tarrancón: firme decisión de separar los Poderes eclesiástico y civil.

En 1974 se produce el relanzamiento político de la ACNP y en el Gobierno Arias, los propagandistas entran masivamente.

La parte segunda, Historia de la Asociación, comienza con una breve introducción donde se citan las palabras de Femández Area: «Pretender historiar la actividad católica de estos años sin mencionar a la ACNP conduciría a no entender absolutamente nada de cuanto ha ocurrido en España».

La ACNP nació en 1909 en la iglesia del Colegio de Areneros. El fundador fue el padre Ángel Ayala. El líder, el primer Presidente, es Ángel Herrera Oria.

En general, los propagandistas prestan gran apoyo a la dictadura de Primo de Rivera. En 1935, la ACNP sirve de núcleo para la constitución de la CEDA. Durante la guerra, toma claro partido por los nacionales: con excepciones muy contadas, todos los acenepistas se volcaron hacia Franco.

El autor analiza a continuación los estatutos, el ritual, el himno, la promesa y el boletín interno, que establece la comunicación entre sus asociados. Considera que la religiosidad acenepista es clerical, de obediencia a ultranza, con evidente matiz jesuítico, formulista, inmovilista y pesimista. El catolicismo de los propagandistas es «nacionalcatolicismo», manera peculiar de entenderlo imponiéndolo mediante la coacción estatal, obrando Iglesia y Estado en perfecta fusión.

El rasgo permanente que caracteriza políticamente a la ACNP es el «accidentalismo». En palabras de Ángel Herrera, pronunciadas en Valencia en 1931 se dice lo siguiente: «No planteéis el problema de Monarquía o República, porque eso es la división. Dejad ahora la forma de gobierno... Lo principal son España y la Iglesia, atacadas a fondo por el socialismo, al servicio de las logias».

Para el autor, la actitud social del importante grupo de la ACNP es nítidamente conservadora. Los acenepistas pertenecen al mundo de la burguesía y buscan defender el statu quo imperante en España en el orden social. En lo cultural, Balmes y Menéndez Pelayo son los pilares de la ACNP. En la lucha por el poder real, Herrera dio siempre gran importancia a la prensa -a su influencia en la opinión publica-; más tarde también se la dio a la enseñanza. Solía decir: «Enseñanza y prensa son dos grandes fortalezas enemigas.»

La ACNP demostró siempre un interés especial por la prensa, y así la Editorial Católica es una empresa gobernada hoy por los herederos espirituales de «El Debate». Fundada por Herrera Oria en 1912, la Editorial viene a ser para la jerarquía católica española en el ámbito de la prensa, lo que la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE) es en el campo de la radiodifusión. No es sino el brazo ideológico de la ACNP, como en su día fue la CEDA el brazo político.

En cuanto a «El Correo de Andalucía», sus orígenes fueron «clericales». Luego, tras los consiguientes apuros pasados durante la República -incluido algún lapso de suspensión-, «El Correo» gozó de cierto resurgimiento, como todos los periódicos de la derecha, a raíz de la guerra civil. Este relativo esplendor fue luego apagándose poco a poco en medio del «dolce far niente» provinciano. Después, la Editorial Católica fue introduciéndose paulatinamente en el diario, cosa que se convierte en realidad en 1967, cuando entran a figurar en el mismo, en representación de la Editorial, Antonio García de Pablos, Mariano Rioja y Mariano Pérez de Ayala.

El nombramiento de Rafael González, contestatario probado, como director del periódico, llenó de gozo al grupo progresista del diario, el que llega a cosechar ocho expedientes del Ministerio de Información y Turismo en doce meses. A finales de 1968, el cese de González fue oficialmente decidido por el Consejo

de Administración, con dos únicos votos progresistas en contra.

El sacerdote José María Javierre sustituyó a González... «salir de Málaga, entrar en Malagón». A poco de entrar Javierre en el diario, el capitán general ordenó la baja como suscriptores del periódico de todas las instituciones militares bajo su mando.

La Editorial Católica realiza dos intentos de hacerse con «El Correo». Consigue incorporar solamente dos nuevas voces con sus correspondientes votos al Consejo de Administración. Un tercer intento de la Editorial comienza en junio de 1971 y finaliza con un pacto de «progresistas» y «clericales».

En marzo de 1972 queda cubierta una ampliación de treinta millones. Una nota de «El Correo» informa que el Consejo de Administración del mismo había decidido por «unanimidad» «que la Editorial Católica asuma la gestión en todos los aspectos». Después viene el cese de Javierre y se encadenan las dimisiones en los órganos de gobierno de «El Correo»: en la Junta de Fundadores, cuatro de nueve miembros; en el Consejo de Administración, siete de trece; en el Consejo Editorial todos menos uno, y en el propio cuerpo accionista, doscientos de sus componentes pusieron en venta sus acciones.


JUICIO

La obra considera la ACNP, sus objetivos y la trayectoria humana de sus miembros. No es una obra crítica, sino una obra totalmente negativa. Desconoce en absoluto el contenido espiritual de la Asociación, sus misiones y realiza-ciones en este campo, no viendo en la misma más que la reunión de grupos de hombres con sus tendencias políticas y situación social, es decir, los aspectos puramente humanos que no son trascendentes a la misión de la Asociación.

En la acción de la Iglesia por vía seglar, cuyas características varían según sean los de la misma, la ACNP constituye una especialidad más, un grupo homogéneo de personas con formaciones afínes que le llevan a campos de acción concretos en el terreno intelectual, especialmente en la información y la enseñanza. Ello haría que gran número de sus miembros ocupasen puestos destacados en la Administración y en la vida empresarial, sin ánimo asociacional de conquista del poder; lo que el autor de este trabajo no acierta o no intenta distinguir.

Los dos rasgos básicos de obediencia a la jerarquía y accidentalismo político -que destaca el autor- no son opuestos, sino complementarios. Así, la ACNP puede ir siguiendo la evolución de la Iglesia a la que tiene que adaptarse sin necesidad de adscribirse a una situación política concreta.

El trabajo que consideramos presenta las características a las que nos tiene acostumbrados «Ruedo Ibérico»: negativismo total, utilización parcial y preconcebida de datos, simplismo marxista en el análisis de los hechos, materialismo...

In Boletin de Orientación Bibliográfica número 100, diciembre de 1974