Éditions Ruedo ibérico
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CHINA VENCE


Autor: Alvarez del Vayo, Julio.
Editorial: Ruedo Ibérico.
Lugar y fecha: París, 1964.
Páginas: 208, de 21 X 14 centímetros.


CONTENIDO

La obra consta de 14 capítulos, divididos prácticamente en dos partes. En los primeros siete capítulos el autor, bien conocido del público español, narra, sin pretensión alguna de objetividad, sus impresiones, favorables por supuesto, a través de diferentes provincias y capitales chinas. La obra, de propaganda, como su mismo título indica, está destinada a contrarrestar los diferentes estudios hechos sobre ese gran subcontinente asiático por otros viajeros occidentales, como Montgomery, Robert Guillain, Claude Julien, Tibor Mende, etc.

La razón que movió probablemente al Gobierno chino a cursar su invitación fue la de saber que iba a contar con la pluma favorable de un escritor bien conocido de los lectores de habla española, que había realizado ya un viaje anterior en 1957. El objetivo es, pues, deshacer el impacto provocado en Occidente a lo largo de 1962 por la prensa internacional con motivo de la gran huida hacia Hong-Kong a consecuencia de los grandes desastres naturales y políticos que acosaban a la población china en aquel momento.

El autor, obediente a las consignas del aparato comunista, se muestra sorprendido ante toda innovación desde las primeras líneas; y así, al terminar el primer capítulo, cuando nos narra su llegada a Pekín después de seis años largos de milagro, al descubrir "un nuevo edificio que no conocíamos, que no estaba allí en 1957, primer signo sin palabras, sin que nadie llamase nuestra atención, de los cambios sobrevenidos en China entre una visita y otra" (pág. 3). Copiamos literalmente la ingenua afirmación, por creer que da idea de la tónica que en adelante dominará el libro.

En los últimos siete capítulos, tras haber analizado las realizaciones interiores, Del Vayo pasa a un terreno en el que cree encontrarse más seguro: la política exterior. Estudia las relaciones ruso-chinas, a las que dedica un capítulo entero, intentando quitar mordiente a las diferencias entre ambos países, tanto en la crisis del Oriente Medio en 1958, como en el conflicto cubano de 1962. Su tesis es que "una ruptura ruso-china es inimaginable" y "que se trata de una simple divergencia ante lo que debe ser la política internacional del campo socialista". "La posición soviética se halla centrada en la prioridad que se ha de dar a la coexistencia pacífica", mientras que China opina que "si se sigue una política de coexistencia pacífica por encima de todo, la pretendida consolidación de la paz se confundirá con la consolidación de un statu quo mundial, en el que los principales beneficiarios serán las derechas, la reacción y todas las fuerzas enemigas del socialismo". Pero "con las perspectivas de una China fortalecida en su economía y comercio exterior extendiendo su influencia de gran nación, en vez de verse aislada y disminuida, se puede dar por seguro que por el lado chino la controversia será sostenida con vigor, y deduce que serán los rusos los que se alinearán sobre el pensamiento exterior chino por presión de la opinión comunista mundial, que acabará con esta polémica.

En otro capítulo estudia las relaciones entre China y África, entremezcladas con el conflicto chino-indio, y las relaciones con Pakistán y Nepal. El interés chino por la nueva África es obvio, pero también son evidentes las dificultades económicas y técnicas de la China de Mao para ayudar eficazmente a todos los países que reclaman su ayuda; de aquí que Del Vayo insista en que lo importante en este caso no son los criterios cuantitativos y las cifras -hasta entonces manejadas con alegría-, y que son mínimas comparadas con las de Rusia, Francia y Estados Unidos, sino la calidad de esa aportación, por lo que ayuda a rehacer las infraestructuras.

Del Vayo soslaya el problema de que si China puede ofrecerse como Raccourci ejemplar, tropezará siempre con la ideología de los líderes de estos países, que tras haber conseguido la independencia basándose en un criterio de libertad, difícilmente podrán, si quieren ser consecuentes, terminar con esa libertad a la manera china, a cambio de un hipotético "despegue" económico a largo plazo.

Capítulo especial le merecen las relaciones entre China y España, y de creer al autor, podríamos sacar la conclusión de que los contactos entre ambos países fueron siempre tan estrechos, que varios centenares de millones de chinos siguen con interés creciente las noticias que les llegan de nuestro alejado país. "Para China, la solidaridad con el pueblo español en su lucha de liberación ha pasado a ser parte de su política" (pág. 182). Sus razones son que las unidades chinas se denominaban frecuentemente con el nombre español de guerrillas (esta palabra como pronunciamiento, bravado, etc., son la aportación española al argot bélico internacional, y no sólo al chino), y que bajo el fuego japonés se gritaba "resistimos como los españoles". Confundir el atractivo de lo exótico y las palabras amables dirigidas a un "turista invitado", con la identificación de dos pueblos, parece a todas luces desmedido.


JUICIO

Esta obra no aporta nada nuevo al conocimiento de la situación china actual. El libro está escrito con prisa, como contraprestación del viaje: está mal impreso y lleno de erratas, cosa rara en Ruedo Ibérico, que siempre se caracteriza por cuidar bastante más la forma que el fondo, y con material fotográfico deficiente y tópico. Contiene ingenuidades como las ya reseñadas, que sólo se explican por la ignorancia del autor respecto a una China que atravesó en calidad de periodista "invitado". Al afirmar que "el Congreso de hecho lleva la política, ya que sus decisiones deben ser ejecutadas por el Gobierno" (pagina 4), demuestra, no que China tenga un aparato democrático, sino más bien que no sabe distinguir entre la letra de la constitución y la realidad de la política. Cuando defiende las técnicas de la acupuntura y de la medicina tradicional china, frente a la cirugía y medicina occidentales, o cuando afirma que si la revolución no da gran número de artistas, se debe a que "el arte por el arte se resiente de artificialidad", hace un flaco servicio a la causa china. Finalmente, al sorprenderse ante el hecho de que en el Instituto de Asuntos Exteriores "se hablaba sin inhibición alguna, igual que hubiera podido hacerse en cualquier Instituto semejante de París o Londres" (pág. 112), da a entender que todas las restantes páginas atacando la pretendida libertad occidental las invalida él mismo, si dicha libertad es el "desideratum" y medida última con la cual juzgar los adelantos comunistas en la materia.

Dedica un capítulo especial a entrevistas exclusivas con el Vicepresidente del Tribunal Supremo, el Ministro de Agricultura y el de Educación, siendo ésta última sin duda lo más interesante del libro, ya que explica la lucha comunista contra el analfabetismo, la reducción de caracteres, la unificación de dialectos y la programación de estudios.

Acompañan al libro dos poemas de Mao Tse Tung.


In Boletín de Orientación Bibliográfica nº 44-45, agosto-septiembre 1966, pp, 88-89