Éditions Ruedo ibérico
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Conclusión abierta (1936-1969).
De Franco a Juan Carlos
La España franquista o la excepción de la regla


1939-1969 : treinta años de franquismo. El 21 de julio de 1969, Fraga Iribarne declara a la salida del Consejo de ministros en el que Franco acaba de anunciar que el día siguiente designará a Juan Carlos como su sucesor: « En el mismo año habremos enterrado para siempre los recuerdos de nuestras viejas divisiones, puesto punto final a nuestra pasada guerra civil y finalmente en estos días, fijado sólidamente los jalones que nos abrirán el camino de un futuro lleno de certidumbre y esperanza. »

Treinta años : otros hombres y otra España y, sin embargo, los hechos del pasado y del presente continúan entrecruzándose.

Enero de 1939 : las tropas franquistas desencadenan su asalto contra Cataluña.

Enero de 1969 : el día 17, una asamblea de un millar de estudiantes discute en el gran anfiteatro de la Universidad de Barcelona sobre la postura que deben adoptar frente al nuevo rector liberal Albadalejo. Un grupo de ellos, extremistas, se dirige al rectorado ; rompen los muebles, arrojan a la calle un busto de Franco y queman la bandera color oro y sangre de la monarquía española. El 18, el vicealmirante Antonio González Aller, que circula en automóvil oficial por las cercanías de la Ciudad universitaria de Madrid, tiene que pararse ante la barrera de unos cincuenta estudiantes y soportar sus insultos.

Enero de 1939 : los refugiados catalanes se dirigen, en medio de un invierno glacial, hacia la frontera francesa.

Enero de 1969 : el día 20, después que el de Madrid haya reclamado la modificación del código penal, el Colegio de abogados de Barcelona solicita la promulgación de un estatuto para los prisioneros políticos. En la capital, el estudiante Enrique Ruano Casanova se suicida tirándose de un séptimo piso mientras está acompañado por la policía, en cuyas manos se encuentra desde hace cuarenta y ocho horas. Una petición de mil quinientas personalidades, entre ellas numerosos sacerdotes, en la que se denuncian los malos tratos de la policía es dirigida al gobierno. Millares de estudiantes manifiestan en Madrid.

24 de enero de 1969 : el gobierno de Madrid, para « luchar contra las acciones minoritarias sistemáticamente dirigidas a alterar la paz española... y a arrastrar a la juventud a una orgía de nihilismo y anarquía » (Fraga Iribarne), decreta por primera vez desde el fin de la guerra civil el estado de excepción en toda España. Las garantías concedidas por el Fuero de los españoles son suspendidas. Inmediatamente se intensifican las huelgas, las detenciones, las peticiones, las condenas y las protestas ; se persigue a los jóvenes obreros y estudiantes que distribuyen octavillas. La represión golpea dura y ampliamente a los demócratas cristianos (Comín), a los estudiantes izquierdistas, a los vascos, a los comunistas y a los miembros de las Comisiones obreras. Por un momento, se piensa incluso en la detención de Ruiz Giménez. Los periódicos proclaman que el Caudillo tiene « una salud de hierro », y Fraga Iribarne dice a la prensa que « el general Franco se encuentra mejor que nunca y no piensa de ninguna manera en retirarse el próximo abril ». La presión de los militares ha sido decisiva para la proclamación del estado de excepción.

26 de enero de 1939 : Barcelona capitula y las tropas franquistas entran en la ciudad.

26 de enero de 1969 : el general Alfonso Pérez Viñeta, antiguo secretario de las Falanges juveniles y Capitán general de Cataluña, organiza en la plaza de la Universidad una grandiosa ceremonia para reparar el insulto hecho el día 17 al Caudillo y a la bandera española. El propio rector iza la bandera ante una multitud de funcionarios a los que se ha ordenado la asistencia, soldados de paisano en las mismas condiciones y todos los partidarios del franquismo de la ciudad. Una parte de la asistencia saluda a la manera fascista.

Enero de 1939 : con la caída de Barcelona, la victoria franquista sólo es cuestión de semanas.

Enero de 1969 : de todas las regiones españolas los excombatientes de la guerra civil, los alféreces provisionales, los antiguos miembros de la División Azul envían mensajes de adhesión al Caudillo. « El Ejército y el pueblo deben unirse contra la injusticia y la tiranía», dice el comunicado del Partido Comunista. « El estado de excepción es el error más grave del régimen desde hace treinta años », declara Tierno Galván. Cientos de personas -intelectuales, estudiantes, sacerdotes, responsables sindicales- son detenidos o sometidos a residencia obligatoria en aldeas del sur.

25 de marzo de 1969 : fin del estado de excepción. Las detenciones continúan.

Treinta años después de la guerra civil, la excepción, la inquietud, el miedo y la violencia, si no para todo el pueblo español, por lo menos para una amplia parte del mismo. « Estamos dispuestos a defender la patria por todos los medios legales y durante todo el tiempo que sea necesario », ha dicho Fraga Iribarne. La advertencia está clara: el estado de excepción es la prueba de que los hombres que han ligado su suerte al franquismo están decididos a conservar su poder por « todos los medios legales ». Hay que insistir en que son ellos quienes hacen la ley. Treinta años después de la guerra civil -que hayan o no participado en sus combates tiene poca importancia- poseen la misma decisión, la misma convicción de que lo que ellos piensan y deciden debe ser el camino de España, de toda España. En julio de 1936, impusieron su política por las armas. Necesitaron tres años de sangrientas luchas para triunfar. Pero vencieron y castigaron. Treinta años después, tienen la misma decisión y lo prueban. La voluntad, la falta de vacilaciones en la elección de los medios es la unidad profunda de estos treinta años de historia franquista. Los españoles han debido aceptar, seguir, doblegarse o desaparecer. También callarse.

Ellos deciden soberanamente en España. La normalización, término que Fraga prefiere al de liberalización, solo ha empezado parcialmente treinta años después de la guerra civil. « El estado de excepción no interrumpirá este proceso, dice el ministro de Información y Turismo ; constituirá solamente una advertencia y una pequeña pausa. » Y en su discurso de apertura de las Cortes, el 17 de noviembre de 1967, el Caudillo define la orientación de su política para los próximos años. « En treinta años, dice, la fisonomía de la sociedad española se ha modificado considerablemente. La tarea que nos aguarda es pesada : durante largos años nuestro país tendrá que ser gobernado con infinita prudencia y también con amor y comprensión. Es preciso, sobre todo, evitar el lujo de la improvisación alegre o impulsiva, la libertad de volverse contra sí mismo y de disociarse en bandos enemigos. Vuestra salud, apenas restablecida, no resistiría esta prueba. »

El orden, la autoridad y la aceptación

En el vigésimo aniversario de la victoria franquista, el Caudillo inauguraba el Valle de los Caídos y se juntaban los muertos de la guerra civil. El trigésimo aniversario coincide con el estado de excepción y en el Consejo de ministros se había considerado un momento la oportunidad de proclamar el estado de guerra, que permite la sustitución de los gobernadores civiles por los gobernadores militares.

De aniversario en aniversario, resurge la guerra civil siempre viva en la personalidad del Caudillo. Porque aunque la guerra haya terminado hace mucho tiempo y España se haya visto poblada por nuevas generaciones, la raíz de la violencia sigue profundamente afincada en el suelo del país. Sobrevive porque, según los propios principios del Movimiento, en la Ley orgánica se excluye que el poder pueda cambiar de manos. El franquismo tolera solamente, como dice el propio Caudillo, « la crítica de la administración, el relevo de los equipos dirigentes » (17 de noviembre de 1967). El almirante Carrero Blanco sucede al general Muñoz Grandes.

Metódicamente, Franco y sus colaboradores (Carrero Blanco, López Rodó, el general Juan Castañón, jefe de la casa militar) aplican su plan para prolongar el franquismo después de la desaparición del Caudillo. El 22 de julio de 1969, se convocan las Cortes. Es el gran día de la designación del sucesor. Una gran E escarlata en la fachada del edificio en donde se reúnen los 519 procuradores que reciben al Caudillo con aplausos entusiastas.

Franco habla con la voz interrumpida por sollozos de anciano que controla mal sus emociones, pero conserva la lucidez. «Consciente de mis responsa- bilidades ante Dios y la Historia, dice, y habiendo pesado con toda objetividad las cualidades reunidas en la persona del príncipe Juan Carlos de Borbón, he decidido proponerlo a la nación Bcomo mi sucesor. »

Ninguna sorpresa: los nuevos franquistas que rodean al Caudillo han triunfado sobre las diferentes corrientes (antiguos falangistas, partidarios de don Juan o carlistas). Este sucesor, ¿podrá reinar efectivamente? Confían en ello y hemos explicado por qué.

« Cuando por ley natural, continúa Franco, no esté en condiciones de permanecer en el timón del Estado -lo que ocurrirá inexorablemente- la decisión que tomamos hoy se revelará como acertada. »

Y lo es por el hecho de que la monarquía que toma nuevamente cuerpo en este 22 de julio de 1969 por voluntad del Caudillo, es una monarquía franquista, instaurada y no restaurada, capaz de satisfacer a los partidarios del régimen que quieren su prolongación más allá de la muerte de Franco. « Quiero refrescaros la memoria, prosigue el general Franco ; la monarquía que hemos establecido con la aprobación de la nación no debe nada al pasado. Nació en aquel 18 de julio de 1936 que constituye un hecho histórico trascendental que no admite ni pactos ni condiciones. »

Los procuradores aplauden en once ocasiones. Después aprueban la decisión de Franco por 491 votos contra 19 y 9 abstenciones. Madrid y España, en este 22 de julio, apenas se sienten implicados por las decisiones que toman en su nombre este grupo de hombres en uniforme o traje de etiqueta. Los cosmonautas del Apolo XI, que han caminado sobre la Luna, vuelven a la Tierra ; pero este hecho, que revela el camino recorrido por la Humanidad entre julio de 1936 y julio de 1969, no preocupa al hombre que, nacido antes de comienzos de siglo, ha permanecido fiel a sí mismo, a sus ideas y a su fe. Y sabe bien que esta decisión que acaba de hacer aprobar, el poder -el suyo y el de los hombres asociados a él- tiene los medios para hacerla respetar. Medios generados por la guerra civil de 1936, reforzados por un gobierno no compartido y utilizados sin vacilaciones.

Franco, ha escogido, pues, la monarquía para España y para el franquismo a don Juan Carlos, nacido en la Roma fascista de 1938 y que tiene la misma edad que el régimen.

Treinta años de poder, innumerables acontecimientos exteriores, profundas transformaciones científicas, económicas y sociales y el mismo hombre inmóvil y tranquilo, mientras todo el mundo cambia, se esfuerza pese a su edad, en seguir decidiendo por su país.

Desde este punto de vista, la España franquista aparece como un Estado de excepción, sobreviviendo, prolongándose en medio de dificultades, pero sin embargo estable, quizá porque sencillamente cientos de miles de hombres murieron hace treinta años y una sangría tan larga y profunda ha dejado en cada español miedo y una herida abierta.

Esta época de paz construida sobre un cementerio ha permitido al franquismo perdurar, y a España cambiar de rostro, incluso quizás saltar una etapa, pasando del arcaísmo económico y social a las playas de una sociedad -donde no ha ingresado todavía verdaderamente- en la que el poder no domina ya por medio de las armas de guerra sino por otros medios. Como decía López Rodó, al presentar el segundo Plan de desarrollo, en febrero de 1969 : « El plan es eminentemente social. No tiene como objetivo crear un Estado más rico con ciudadanos pobres, sino una sociedad de hombres libres y solidarios, no en una oposición agresiva, sino en el orden, no en la obligación, sino en el bienestar ».

¿ No ha escrito uno de los consejeros del futuro rey una obra titulada El crepúsculo de las ideologías ? El proyecto de los nuevos franquistas que rodean a Juan Carlos es el de un Estado en el que ya no sea necesario aplastar a las oposiciones porque la mecánica social las ha vuelto impotentes.

De esta forma, el franquismo habrá permitido a España, gracias a su costosa victoria de 1939, el paso de una sociedad preñada de revoluciones sociales -tipo octubre de 1917- a una sociedad de orden y bienestar sin que el país haya conocido -y ésta es la etapa frustrada- la época de las libertades democráticas y del régimen liberal parlamentario.

Este proyecto de sociedad del neofranquismo, puede hacer de España no la excepción sino la regla, pues por todas partes vacilan o se deforman los regímenes parlamentarios ; sin embargo, el tránsito está lejos de haber concluido. Persiste la amenaza de retrocesos. España no es Suecia ni Dinamarca. Aparecen nuevos problemas. Hay que lograr el desarrollo económico que representa para el neofranquismo lo que era el espíritu de las luces para el despotismo ilustrado, en el siglo XVIII.

En realidad, bajo el despotismo ilustrado los pueblos no son invitados a decidir los caminos que se les obliga a recorrer. Lo mismo ocurre en la España franquista. « Cuando un país atraviesa etapas difíciles de su desarrollo económico y social, declara Franco, sería un suicidio malgastar sus mejores hombres en discusiones en vez de utilizarlos para la planificación y la ejecución eficaces. » (17 de noviembre de 1967).

La ejecución eficaz, de las orientaciones elaboradas por una minoría en el poder, es quizás el destino para la mayoría de los hombres de nuestra época y, seguramente, para los españoles bajo el gobierno de Franco o de su sucesor Juan Carlos, si éste llega a reinar. Y el estado de excepción muestra con claridad por qué medios el régimen está dispuesto a hacer respetar sus decisiones a quienes las discutan. Teniendo en cuenta la relación de fuerzas, repetidas veces analizada a lo largo de este estudio, y a menos que sobrevenga una crisis política y social que afecte y trastorne profundamente a todos los grandes países de Europa, el destino de la España franquista o posfranquista se inscribe dentro de los estrechos límites que hemos esbozado.

Pero en este punto la historia desborda el presente y penetra en el porvenir que no es sólo prolongación de los datos actuales o pasados sino también nueva creación en la que inciden la voluntad y la inteligencia de los hombres empeñados en construir y en inventar su época.


Max Gallo París-Madrid-Niza 1966-agosto de 1969