Éditions Ruedo ibérico
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Prólogo


Esta colección de ensayos y estudios es un intento de análisis de una serie de temas sociológicos y económicos que es necesario estudiar para entender la historia de Cuba y la revolución actual. Cuando se nos ofrezca de nuevo la oportunidad de trabajar en Cuba podremos completar el análisis, abarcando otros aspectos y corrigiendo tal vez algunas de las interpretaciones que tienen un carácter provisional.

Nuestra interpretación del siglo XIX destaca la importancia del racismo, concomitantemente con la importancia de la esclavitud y señalamos, coincidiendo con Jorge Ibarra, la identidad de las cuestiones nacional y racial en las luchas de liberación anticolonial.

La historia económica del siglo XIX ha sido brillantemente estudiada por Moreno Fraginals, sin la repercusión debida en los círculos académicos pues éstos acostumbran a demorar bastante en reconocer mérito a los libros de inspiración marxista (1). Juan Pérez de la Riva, quien ha contribuido grandemente a esclarecer la cuestión de la viabilidad económica del esclavismo, estima que ésta era aún mayor que lo indicado por Moreno Fraginals, pero no cabe duda que la historiografía cubana ha sido llevada en El Ingenio a un alto nivel, tanto por la calidad de la documentación y del análisis como por la identificación de las cuestiones básicas. El estudio de la esclavitud como sistema económico permite ubicar social y políticamente a los representantes del «criollismo blanco». Dicho brevemente : la clase de la historia cubana del siglo XIX está en explicar por qué La Sagra (un peninsular) daba cifras probando la superioridad económica del sistema esclavista mientras, contemporáneamente, Saco daba cifras probando su inferioridad económica comparado al trabajo libre. Hay que ver quién tenía razón y, sobre todo, hay que ver qué intereses e ideas defendían al escoger las cifras de tal modo (2).

Nuestra deuda intelectual con Juan Pérez de la Riva, Manuel Moreno Fraginals y Jorge Ibarra es grande. Los dos primeros trabajos de este libro complementan lo que ellos vienen haciendo, no porque constituyan una aportación al estudio de la economía del esclavismo, sino porque profundizan el análisis del racismo como ideología, tanto entre los portavoces de los distintos intereses como entre el pueblo blanco y negro. Al estudiar la prohibición legal y social de matrimonios interraciales veremos cómo el mestizaje no era por sí mismo una señal de integración nacional sino más bien una de las formas de explotación de los pobres, especialmente de las mujeres pobres. El segundo trabajo muestra además las raíces de la sujeción femenina al investigar la relación entre valores sexuales y desigualdades sociales (¿cuáles eran los criterios que separaban jerárquicamente los grupos endogámicos en Cuba? ¿Por qué se dice aún « no hay tamarindo dulce ni mulata señorita » ? ¿ Cuál es la razón del machismo, que a su vez conduce a las campañas contra los homosexuales?), y estudia también el origen de las uniones matrimoniales no legalizadas, institución que Cuba comparte con otros países de las Antillas y de América. Esta forma matrimonial, característica de las capas pobres de la población, no puede tomarse en modo alguno como síntoma de marginalidad sino que debe interpretarse como producto de las relaciones entre clases sociales : la « cultura de la pobreza » debe ser entendida en su relación con la « cultura de los ricos ». Esos dos trabajos concluyen con observaciones acerca de la conciencia de diferencias raciales y acerca de la vigencia de la moral sexual tradicional en la actualidad.

La línea de pensamiento de los historiadores mencionados también ha influido en los trabajos de este libro que versan sobre el siglo XX. Pero como ellos apenas han escrito sobre este periodo, no debe suponerse que estén de acuerdo, ni en cuanto a la sustancia ni en cuanto a la forma, con lo que aquí se dice.

Los historiadores socialistas, como el negro Montejo cimarrón pero también machetero cuya vida narró Barnet, gustan del azúcar o por lo menos entienden sus virtudes. La fabulosa expansión de la economía y de la población cubanas hasta la gran crisis del capitalismo (que aparece en Cuba ya en 1926 con la primera restricción unilateral de la producción de azúcar), es resultado de la vinculación azucarera al imperialismo. La « dependencia », en un capitalismo floreciente y aún sin amenazas nacionalistas, produjo desarrollo económico. La protesta nacionalista adquiere importancia cuando sobreviene la crisis económica. Para los intelectuales nacionalistas burgueses (el primero, Ramiro Guerra en 1927) la expansión de la caña de azúcar era una tragedia, pues creían que junto a la penetración imperialista y a la dependencia significaba también el crecimiento peligroso del proletariado. La clave de la historia cubana del siglo XX anterior a la revolución está en averiguar si el cultivo de la caña de azúcar requiere realmente, por razones económicas, del sistema de plantación. Y, aún más importante, la clave está en explicar por qué los intelectuales nacionalistas burgueses estaban empeñados en interpretar la historia de Cuba como un dilema : « Nación o plantación ». Querían así llamar la atención sobre la pretendida eliminación de terratenientes y campesinos cubanos por plantaciones imperialistas y, al mismo tiempo, se permitían excluir de la « Nación » al proletariado azucarero. No es casualidad que Cepera Bonilla, ministro en el gobierno de Fidel Castro hasta su muerte en accidente de aviación en 1962, defendiera en la década de 1950 una política azucarera expansionista y, como historiador, atacara la imagen tradicional del conde de Pozos Dulces, presentándolo como portavoz del« criollismo blanco », poniendo así la primera piedra de la reciente historiografía cubana.

Hay dos interpretaciones de la historia de Cuba del siglo XX. La primera, más nacionalista que socialista, presenta continuidad con la versión que el «criollismo blanco» daba del siglo XIX. Los culpables habían sido los comerciantes españoles que importaban esclavos y que se apoderaban de los ingenios, y las autoridades coloniales que los apoyaban. Los culpables ahora eran los imperialistas norteamericanos. La burguesía rural cubana, dice esta interpretación, fue desplazada por las plantaciones imperialistas. Tampoco pudo haber una burguesía industrial porque la « reciprocidad» lo impedía (es decir, la entrada de importaciones norteamericanas sin aranceles a cambio de la cuota de exportación de azúcar). La única burguesía en Cuba era una burguesía compradora, sin conciencia de clase, sin nacionalismo, incapaz de crear organizaciones. La segunda interpretación, más socialista que nacionalista y además más ajustada a los hechos, insiste en la existencia de un fuerte nacionalismo burgués y hace hincapié en que ese nacionalismo burgués fue inspirador inicial de la revolución de 1959 para ser posteriormente derrotado por obra, en parte, de la presión proletaria contra el desempleo. La reciente historia de Cuba de Hugh Thomas (3) es el último ejemplo de la primera interpretación : olvida el papel del proletariado, niega la existencia de una clase media empresarial nacionalista y califica a los intelectuales y profesionales nacionalistas de voces que clamaban en el desierto, sin entender que sus ideas fueron adoptadas por esa burguesía a partir de la gran crisis. No sorprende que Hugh Thomas, cuya laboriosidad es admirable, se vea obligado a incurrir en muchos errores y omisiones puesto que los hechos no permitirían sustentar su interpretación ; así, entre otros detalles, Hugh Thomas ignora totalmente a Cepera Bonilla, acepta la argumentación de Saco sobre la economía del esclavismo como si viniera de un estudioso objetivo e independiente, afirma que la expansión del azúcar y la disminución del café ya en el siglo XIX fue una tragedia para Cuba, apenas menciona a los colonos y a los hacendados y al hacerlo los confunde, como confunde también « arrobaje » y « cuota », y se pregunta por qué los sindicatos no frenaron la revolución en 1959 en vez de estudiar cómo la radicalizaron.

El entender la presión proletaria como factor importante en la radicalización de la revolución, nos permite ver cómo los debates sobre el igualitarismo desde 1963 en adelante no son simplemente la expresión de divergencias acerca de la política económica y social adecuada en el «periodo de transición », sino que están relacionados con la evaluación de los respectivos papeles del nacionalismo y del proletariado en la revolución. En el último ensayo, tras analizar someramente la significación económica del famoso debate de 1963-1965, se indica que, el darle al papel del proletariado el justo valor que parece haber jugado en la revolución cubana, tendría trascendencia política actual. La sección de este último ensayo titulada « La estrategia de desarrollo económico » muestra tal vez excesivo optimismo. La economía cubana tropieza con una grave escasez de mano de obra en la agricultura estatal. Los estudios minuciosos de Brian Pollitt (4) analizan la cuestión de cómo el anterior desempleo se ha convertido en escasez. Nótese que si se hubiera reconocido el verdadero papel del proletariado en la revolución, hubiera sido políticamente más fácil, una vez se pudo prescindir ya del apoyo de la burguesía nacionalista, redistribuir con mayor intensidad la producción a favor de los obreros agrícolas, sacrificando aún más a otros sectores de la población ; política aún más extremadamente igualitarista que la que se ha seguido y, al mismo tiempo, política económica idónea para aumentar la oferta de esfuerzo productivo en la agricultura estatal. No se trata de subir las tarifas de los destajos, por ejemplo, sino de subir los salarios diarios o dar un racionamiento más amplio a quienes estén dispuestos a trabajar en la agricultura estatal, aunque a corto plazo haya que reducir el ingreso de otras capas de la población. Así pues, reconocer el papel del proletariado en la revolución en 1959-1960 podría tener no sólo efectos políticos sino también trascendencia económica, al hacer más fácil políticamente el cambiar una estructura de la distribución del producto social que todavía conserva, aunque aminorado, el rasgo característico de la distribución en países capitalistas : cuanto más pesado es el trabajo, menos se gana. En Cuba, parece conveniente invertir la regla no sólo para acercarse a la igualdad sino para que no falte mano de obra en la caña.

Todos estos trabajos fueron presentados a distintos seminarios de St.Antony's College, Oxford, en 1969 y 1970. Esa institución, que se ocupa del fomento de estudios sociales e históricos, financió nuestra estancia en Cuba. Advirtamos de nuevo que ni las ideas expuestas en estos trabajos ni la forma de exponerlas cuentan en absoluto con la aprobación previa de los historiadores antes mencionados. Cabe también señalar aquí que este prólogo y el primer ensayo son de responsabilidad conjunta, que V.M.A. es autora del segundo y J.M.A. de los restantes.

Al llegar a Cuba en septiembre de 1967, queríamos estudiar, respectivamente, la estructura de la familia y la cuestión agraria, especialmente en el periodo posterior a 1959. Tuvimos ocasión de residir algunas semanas en La Serafina, Hongolosongo, provincia de Oriente, en marzo y abril de 1968, observando la formación de brigadas de trabajo colectivo y estudiando las uniones concubinorias. Sin embargo, esta estancia fue interrumpida por orden de las autoridades de la Universidad de La Habana por razones que no conseguimos aclarar. Antes y después de ir al campo trabajamos tranquilamente, hasta fines de 1968, en la Biblioteca Nacional y en el Archivo Nacional ; agradecemos especialmente la amabilidad de Julio Le Riverend.


Juan Martínez Alier


NOTAS

1. El Ingenio (La Habana, 1964) no figura en el ensayo bibliográfico «Cuba: A Guide to Resources in the Library of Congress», en Earl J. Pariseau (ed.), Cuban Acquisitions and Bibliography, Libr. of Congress, Washington, 1970. Tampoco aparece en Charles Griffin y J. Benedict Warren (eds.). Latin América: A Guide to the Historical Literature, Univ. of Texas Press, 1971. También está ausente de Roberto Esquenazi-Mayo y Michael C. Meyer (eds.), Latin American Scholarship since World War II, Univ. of Nebraska Press, 1971.

2. Véase el artículo de Pérez de la Riva en Economía y Desarrollo (La Habana), abril-junio de 1970.

3. Cuba or the Pursuit of Freedom, Londres, 1971.

4. «Employment Plans, Performance and Future Prospects in Cuba», Reprint Series, No. 349, D.A.E., Univ. de Cambridge, 1971, y también su libro que Monthly Review publicará próximamente.