Año cero, kilómetro cero

Colectivo editor de Diagonal, 26.6.2011, nº 150
Una semana y media del movimiento de las acampadas
15 de mayo de 2011: miles de personas recorren las calles de numerosas ciudades del Estado reclamando Democracia Real. Esa noche, unas 300 personas deciden continuar las movilizaciones acampando en la Puerta del Sol de Madrid.
Su desalojo por la policía provoca réplicas de acampadas en más de 30 ciudades y la vuelta a Sol de un número mucho mayor de personas indignadas, que crece de forma exponencial tras una nueva amenaza de desalojo policial. Y de ahí, “al cielo”, como puede leerse en una de las pancartas de Sol.
Concentraciones y asambleas públicas cada vez más multitudinarias y con participación heterogénea e intergeneracional irrumpen en plena campaña electoral y relegan a los partidos políticos a un segundo plano. La “spanishrevolution” estalla para desbordarlo todo… al menos durante unos días.
Desbordamiento
La agenda pública se ve desbordada por un sinfín de reivindicaciones agrupadas bajo la idea de una democracia participativa, “real”, no sometida a los mercados; el juego institucional se ve rebasado por ciudadanos auto convocados a través de internet –“los de abajo”, “el pueblo”, como se autodefinen en consignas y manifiestos– que protestan contra partidos y sindicatos mayoritarios y reniegan del denominado ‘mundo de la cultura’ al grito de “no nos representan”.
Sólo cuando la prensa internacional se ha hecho eco del movimiento, los medios de comunicación tradicionales y los tertulianos habituales pasan del silencio a la descalificación, el desconcierto e incluso tímidos gritos de “ya era hora”.
Pero no sólo el establishment se ve arrastrado por la fuerza de los acontecimientos. También los propios organizadores y participantes en las protestas. Democracia Real Ya, organizadora de las marchas del día 15, apoya pero no convoca las acampadas, que se independizan del impulso inicial.
Las acampadas, coordinadas pero independientes unas de otras, con el paso de los días se dividen en comisiones y subcomisiones. “Todo te supera: cuando decides algo en tu comisión, vas a trasladarlo al resto de la gente y te das cuenta que hay alguien que ya lo esta haciendo”, dice Gonzalo, de la acampada de Sol.
Tampoco los movimientos sociales tradicionales saben exactamente qué está pasando. Asisten, entre atónitos, sorprendidos y esperanzados, a una movilización que hace suyas muchas de sus consignas, como el “lo llaman democracia y no lo es”, y se organizan en asambleas.
Diagonal no es una excepción. También se ve desbordado por la imposibilidad de cubrir todos y cada uno de los territorios y reivindicaciones de este movimiento, por las dudas sobre cómo participar en el proceso (¿vamos a Sol o actualizamos la web?) y cómo dar cuenta de un acontecimiento tan reciente. Estas notas apresuradas, al hilo de nuestra experiencia en Sol, se inscriben dentro de este fenomenal desbordamiento.
Democracia aquí y ahora
El domingo 22 por la tarde, miles de personas atienden en Sol una asamblea que se extiende a lo largo de tres horas. Los grupos de trabajo y las comisiones vuelcan sus propuestas, que oscilan entre lo concretísimo (la gestión de los bocadillos) y el alto vuelo político (condonar la deuda externa o reformar la Constitución).
Nadie parece acordarse de que a unos metros de ahí las oficinas del Partido Popular se preparan para celebrar su victoria electoral. La celebración reunió, según Europa Press, a 1.500 personas, una cifra que palidece ante la multitud que bulle estos días en Sol.
Salir de la plaza y agarrar un periódico o ver un telediario produce una sensación de extrañeza, de divorcio entre dos mundos: entre el mundo que transmiten los medios de comunicación y el que nos llega a través de las redes sociales; entre el sistema parlamentario y la democracia en proceso de las plazas; en definitiva, entre lo que en uno de los grupos de trabajo se definió como la separación entre el poder constituido (la clase política, los medios, los mercados) y el poder constituyente, esa multitud que por primer vez en mucho tiempo ha hecho honor al nombre de jornada de reflexión.
Inteligencia colectiva
La plaza funciona como un papel en blanco donde se va componiendo un dibujo colectivo en función de deseos y necesidades. Las conversaciones entre grupos de los primeros días dan paso, durante el fin de semana, a la reflexión organizada. Crecen las comisiones y subcomisiones, se multiplican los grupos de trabajo.
Se habla de economía, de arte, de cuidados, de ecología, de política a corto y largo plazo, de comunicación; se ponen en común distintas perspectivas en materia de educación y de sanidad. Los grupos de debate ya no caben en Sol y se expanden por otras plazas, como la del Carmen, la de Benavente, la calle Montera o la plaza de las Descalzas.
Cada día vuelcan sus consensos en las asambleas generales, con intérprete en lenguaje de signos incluida, y crema solar que ha traído la comisión Respeto para no perecer al Sol. La inteligencia colectiva funciona y el apoyo mutuo es la tónica. “¿Por qué la gente no es normalmente así?”, pregunta un integrante de la comisión de comunicación. La creatividad bulle en las plazas, ¿cómo encauzarla?
Solidaridad contagiosa
“Madrileños que sonríen, que dicen permiso cuando van a pasar, que si te pisan te tocan el hombro y piden disculpas, el milagro se llama “15M”. Esta reflexión de una twittera llamada María Fernanda bien sirve para ilustrar el ambiente de la acampada de Sol.
A medida que pasa la semana, gente de distintas generaciones se ha acercado a escuchar las propuestas de los demás. Los “ya era hora”, “por fin”, “en qué puedo ayudaros” se suceden. En la acampada insisten en que cada vez gente más diversa se acerca a ofrecer su apoyo. No aceptan dinero pero reciben donaciones: un móvil que retransmite internet, una pata de jamón serrano, toneladas de comida, de agua, piezas de fruta se reparten entre la gente que asiste a la asamblea en la plaza.
Un vecino anónimo ofrece placas solares para solventar los problemas energéticos del campamento. Un colectivo ofrece sus generadores y acumuladores. Así, se rechaza por “no necesaria” una propuesta de Inditex (Zara), que ofrece unos generadores. También anuncian que se ha rechazado una propuesta de Pepsi, que a cambio de unas latas quiere su momento de spanishrevolution.
Ciudad Sol
La Puerta del Sol, emblema de la gentrificación a la madrileña, se ha convertido en apenas una semana en el centro donde transcurren las vidas de miles de personas.
Por unos días, quién sabe si quizá ya para siempre, Sol ha dejado de ser “el mejor ejemplo de las ‘plazas duras’: plazas sin comunidad real, sin alojamiento, inhóspitas para la afectividad más elemental”, como dejo apuntado Andrés Devesa, del Grupo Surrealista de Madrid.
La alegría ha venido a ocupar ese espacio duro, esa plaza-no lugar en la que, hasta el 15 de mayo, las manifestaciones se disolvían entre el tráfico, de gente con prisas, turistas, consumidores y plantillas enteras camino de sus trabajos. Eso se ha tornado ahora en un espacio acogedor, en una suerte de ciudad dentro de Madrid, que funciona con sus propias normas.
En ciudad Sol, sus habitantes ya no se contentan con curiosear y ser espectadores de discusiones y reuniones: todo el mundo quiere participar, intervenir y dar su opinión. Si a alguien le comienza a temblar la voz cuando habla ante miles de personas, suenan los aplausos para animarle a continuar.
Entre sus habitantes más asiduos domina la sensación de que la vida se ha interrumpido, de que todo menos esto puede esperar. El tiempo se dilata y se hace mucho más intenso, se olvida que hay que comer y se acumulan horas sin dormir. Da igual: el chute de adrenalina que genera sentirse parte de un esfuerzo colectivo hace que sea difícil dejar la plaza, irse a descansar, parar.
¿Y ahora qué?
Los medios de comunicación exigen propuestas claras, un manifiesto, un programa de puntos. Su urgencia choca con la necesidad de calma para debatir y consensuar propuestas de un movimiento que apenas lleva una semana en marcha. “Se juzga a las asambleas de acampadas desde una perspectiva errónea. No hacen programa; son ciudadanos discutiendo y pensando juntos”, señala el investigador José Luis de Vicente.
Sin embargo, tras las elecciones, tanto en Sol como en el resto de las plazas planea un reto: cómo dar continuidad al movimiento, cómo dar cuerpo a sus múltiples propuestas. ¿Consensuar un número limitado de reivindicaciones concretas que gozan de un amplio respaldo y hacer bandera de ellas o elaborar un programa extenso y desarrollado? ¿Trasladar las asambleas a los barrios o seguir apostando por eventos masivos? ¿Hasta cuándo continuar con las acampadas? Todo puede discutirse en Ciudad Sol y en el resto de acampadas.
PEDAGOGÍA DEL LENGUAJE
“Lo importante no es quiénes somos sino lo qué queremos”, dicen algunas voces, mientras los medios se empeñan en etiquetar. El lema “No somos antisistema, el sistema está contra nosotros” se repite hasta 8.000 veces en Google. A la vez que se le da la vuelta al lenguaje, se actualizan términos que habían caído en desuso como “revolución” o “pueblo” en un discurso sin sujeto definido que se autoproclama apartidista y no quiere siglas. Pero en este desmarcarse se confunde, a veces, ser ‘apartidista’ con ‘apolítico’.
Cómo se verbalizan las demandas también es importante. En el espacio habilitado para que la gente hable, se explican decenas de veces las formas de participar en los debates sin interrumpir y se apela al lenguaje inclusivo. Aún así, cada cierto tiempo se escapan aplausos, protestas, silbidos, y algún que otro comentario sexista. Hacer pedagogía es fundamental: los insultos y las confusiones pueden ser “el comienzo de un gran debate político”, como reflexiona la escritora Belén Gopegui sobre la retirada de una pancarta feminista que dio pie a un taller sobre machismo.
Y la respuesta hoy, 27/5, de los poderes que supuestamente hemos eligido nosotros (primeras imágenes del desalojo de Plaza Catalunya de Barcelona para limpiarla para el futbol de mañana):
http://www.youtube.com/watch?v=Geg_6Xoy04s

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