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LA DICTADURA DE LOS FRANQUISTAS

El "affaire" del "Madrid" y el futuro político.


Es verdad que he llamado a tu apostolado discreto "silenciosa y operativa misión". Y no tengo nada que rectificar.
José María Escrivá de Balaguer. "Camino". 970.25.a Ed. Castellana. Madrid, RIALP, 1965.


Autor; Calvo Serer, Rafael.
Lugar y fecha: Alençon [sic], 1973.
Páginas: XXXI + 393, de 23 x 16 cm.


Ouizá resulte casi absurdo escribir sobre el señor Calvo Serer y sobre un libro suyo, editado en 1973, después de su artículo aparecido en "Le Monde" el jueves 23 de octubre de 1975. Pero por acontecimientos que no es necesario explicar, a partir de diciembre de 1973, y especialmente en este mes de octubre de 1975, el proceso histórico español ha experimentado tal aceleración que es prácticamente imposible que lo escrito no se vea desbordado de inmediato por los hechos.


EL AUTOR

Empecemos por el autor. Para los no iniciados, ni pertenecientes a la "clase política", la trayectoria del señor Calvo Serer no es excesivamente conocida salvo -quizá para los lectores de periódicos- por lo que respecta a su actuación al frente del diario "Madrid" y a sus recientes actividades políticas en ilegal Junta Democrática de España. Rafael Calvo Serer, hijo de José María, industrial, y de Teresa, nació en Valencia el 6 de octubre de 1916 -cuenta pues, 59 años- y se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia, en la que fue profesor de Historia Moderna. Durante la última guerra civil fue movilizado y encuadrado como soldado en la XII Brigada Internacional Garibaldi -"la formada por los antifascistas italianos, en la que estuvieron Luigi Longo y también Pacciardi" (p. 242)- a las órdenes directas del ex ministro de Información y Turismo don Alfredo Sánchez Bella (ibid), del que era íntimo amigo desde 1936 y junto al cual luchó en la Universidad, "en las difíciles circunstancias que precedieron a la guerra civil" (p. 181). "Socio del Opus Dei desde antes de la guerra civil española, en 1936" (p. 196), hospitalizado en Belalcázar, Córdoba, durante la contienda (p 217), mantuvo "una colaboración importante con [José María] Albareda en los momentos difíciles de la puesta en marcha del C.S.I.C., durante el invierno de 1939-1940" (página 161). "A partir de 1943... empezó a trabajar con el conde de Barcelona" (pagina XII). En 1944 obtuvo la cátedra de Historia Moderna de la Universidad de Valencia y, pensionado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, amplió estudios en Basilea, Friburgo y Zurich de 1944 a 1946 En esta fecha ganó la cátedra de Historia de la Filosofía Española y Filosofía de la Historia en la Universidad de Madrid. Desde 1946, como delegado de la Junta de Relaciones Culturales -o Consejo de Relaciones Culturales con Europa Occidental, según otras fuentes-, visitó numerosos países europeos. En 1949. obtuvo el Premio Nacional de Literatura "Francisco Franco" por su obra España sin problema en la que, partiendo de Menéndez Pelayo, sienta las bases de un pensamiento tradicional español, opuesto al europeísmo de escritores como Marañón. Ortega y Zubiri. Ha colaborado en el "Anuario de Historia del Derecho Español", en la revista "Escorial" y en diversas publicaciones de Suiza, Holanda, Inglaterra, Alemania, etc., y ha asistido a congresos celebrados en Roma, Regensburg (Ratisbona), Mainz (Maguncia), Londres, etc., Vicedirector y más tarde director de la revista "Arbor" del C.S.l.C., secretario del Patronato "Diego Saavedra Fajardo" del mismo organismo, secretario de la Sección de Problemas Contemporáneos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander; director de la "Biblioteca del Pensamiento Español" de Ediciones Rialp, S. A. y miembro del Ateneo de Madrid, fue presidente del Consejo de Administración del diario "Madrid", en el que publicó numerosos artículos. Ha viajado por Europa y Latinoamérica y visita Estados Unidos con regularidad. Además de la obra citada, ha publicado "El fin de la época de las revoluciones" (1949), "Teoría de la Restauración" (1952), "La configuración del futuro" (1953), "Política de integración" (1955), "La aproximación de los neoliberales a la actitud tradicional" (1956), "La fuerza creadora de la libertad" (1958), "Nuevas formas democráticas de libertad" (1960), "La literatura universal sobre la guerra de España" (1962), "La política mundial de los Estados Unidos" (1962), "Las nuevas democracias" (1964), "Franco frente al Rey" (Colombes. Sur les presses de la SO-DE.CA. 1972, 254 págs.). En la actualidad, como ya se ha indicado, forma parte de la ilegal Junta Democrática de España.

Este es el curriculum del señor Calvo Serer que se puede pergeñar acudiendo a las fuentes de información más usuales (Espasa, Diccionario Biográfico Español Contemporáneo, etc.). Tan largo exordio puede parecer injustificado pero quizá no le resulte tanto si el lector tiene el interés -y la paciencia- suficientes para seguir.


EL LIBRO.

CONTENIDO

El libro que comentamos es la primera parte del segundo volumen de una anunciada trilogía. En el primero, ya aludido. "Franco frente al Rey", el señor Calvo Serer cerraba su trabajo con este panegírico de don Juan de Borbón, conde de Barcelona: "Por no haber participado en la guerra civil, ni en la administración de la victoria, por la persecución que le ha obligado a ser el más antiguo de los exiliados, por su dedicación y conocimiento de los asuntos nacionales, por su patriotismo y por su generosidad, don Juan de Borbón, el heredero de los derechos históricos al trono, sería el español que más méritos reuniría para ser elegido presidente de la República." (Op. cit., p. 243).

Este volúmen de la trilogía -sería más correcto denominarla "tetralogía" si hubiese probabilidades de que los volúmenes anunciados llegaran a publicarse- se propone trazar "la trayectoria del diario 'Madrid' en el marco general de la política nacional", (p. XI). Escrito desde el exilio y con una evidente "premura de tiempo", la publicación del libro obedece a "razones prácticas, razones políticas" (XI) y aborda un "verdadero imbroglio que ha dado lugar a un arbitraje de equidad... (de) cerca de mil páginas... y a cuatro pleitos... sin contar con lo que aún puede sobrevenir" (p. XI).

Desde el primer momento el señor Calvo Serer declara sus reservas mentales, la parte de conocimiento de los hechos que se reserva explícitamente: "...habrá aspectos, pasajes y relaciones difíciles de entender, y es que la historia no acaba con este libro. Consideraciones de prudencia y de lealtad a personas que se podrían ver afectadas por la publicación de ciertos datos, no permiten escribir siempre la verdad en sus términos más directos" (p. XI. Los subrayados son nuestros). Esperemos que la prudencia y la lealtad, virtudes sin duda muy estimables, nos permitan acercarnos a la verdad aunque sea de forma indirecta.

En la amplia introducción del autor comienza situando cronológicamente el libro: "Después de dedicar el primer libro de una trilogía sobre "España desde 1939" al general Franco y al conde de Barcelona como ejes dialécticos del proceso del régimen, este segundo libro tiene como fondo el período transcurrido desde la promulgación de la Ley de Prensa, en 1966, hasta la actualidad..." (p. XII. El subrayado es nuestro). A continuación hace una historia política del régimen, dividiéndola en tres períodos: 1939-45, período totalitario en el que gobiernan militares y falangistas; 1945-57, en que ocupan el poder los "demócratacristianos colaboracionistas", y 1957-72 en que dominan los tecnócratas de López Rodó "desviados de la 'tercera fuerza' de Calvo Serer, que quería ofrecer una alternativa a las dos primeras" (p. XIV).

En este tomo "se tratará la historia del diario 'Madrid' en su etapa independiente, o sea, de 1966 a 1971, pero sólo en una perspectiva política" (página XV). Se bosqueja después una primera aproximación a la historia de FACES (Fomento de Actividades Culturales, Económicas y Sociales), sociedad que adquirió el periódico "Madrid". Según el autor, FACES, el diario "Madrid" y la evolución del régimen, tienen historias paralelas. Dentro de FACES había tres grupos: falangistas, tecnócratas y reformistas con sus correspondientes opciones políticas: reaccionaria, oportunista e independentista. Don Luis Valero Bermejo capitaneaba el grupo falangista -respaldado por los señores Fraga y Solís-, el señor Valls Taberner el grupo oportunista, que en 1969 se unió al del señor Valero y el señor Calvo Serer, el sector reformista. Completan la introducción, con otros aspectos de menor importancia, una amplia exposición de las ideas -del programa político- defendidas desde el diario "Madrid" de las que son más destacables una "síntesis ideológico-política... democracia moderna y fuerte... socialización sin marxismo y una economía al servicio del interés general, equidistante del capitalismo y del socialismo" (XXI); la "revisión de la socialdemocracia clásica, en proceso de abandono del marxismo" (p. XXII) tema que trataron especialmente Juan Ferrando y Rainer Müller; la necesidad de un "estatuto de las organizaciones, formaciones o uniones políticas con vistas a superar la partitocracia" (p. XXII); la "solución del problema institucional o sucesorio a través de un proceso evolucionista entroncado en la persona del conde de Barcelona" (p. XXIV); la necesidad de enfrentarse con el problema regional, destacando la "significación de la obra de Prat de la Riva y Cambó respecto a un sano sentido del regionalismo" (p. XXVI); "sindicación única y libre: socialismo sin marxismo" (p. XXVIII); "política sin clericalismo" (XXIX), etc. Los enemigos del "Madrid" fueron, según el autor, en el primer período de 1966 a 1969, "el falangismo, mejor dicho, sus residuos" (p. XXIX); señores Fraga, Solís, Pío Cabanillas, Rafael Termes, García Ramal, etc., mientras que en el segundo, desde 1969 hasta la desaparición del periódico, fueron "los tecnócratas, bajo el neofranquismo de Carrero Blanco" (página XXIX). En cualquier caso, el señor Calvo Serer no considera el diario "Madrid" como una empresa acabada; optimista ante el futuro, considera el optimismo, en este caso, como "puro realismo político. Franco, que tenía a Maquiavelo como libro de cabecera, y que es más realista e inteligente que su régimen, debe saberlo" (p. XXXI).

Seguir detalladamente la exposición laberíntica del señor Calvo Serer a través del maremagnum de reuniones, almuerzos, comentarios, consejos de administración, enfrentamientos personales, antesalas, entrevistas con ministros, viajes, cenas, etc., desbordaría con mucho el espacio de la recensión más generosa. Destacaremos por tanto los puntos más importantes del relato, aun a riesgo de simplificar excesivamente.

El capítulo I ("Lucha por la independencia ante los problemas nacionales", páginas 1-39), relata la constitución de FACES y la actuación de don Luis Valls Taberner, su búsqueda de los representantes más destacados de la "tercera fuerza" -por entonces los señores Rafael Calvo Serer, Florentino Pérez-Embid y Gonzalo Fernández de la Mora- para que se integraran en FACES; los grupos y alianzas que se fueron perfilando, haciendo y deshaciendo en el seno de la citada sociedad; la compra por la misma del diario "Madrid", en veinte millones de pesetas de desembolso inicial, mediante un crédito del Banco Popular lo que proporcionó al señor Valls "un control absoluto de FACES y con ello del periódico "Madrid" (p.3).

Dentro de FACES se agudizaron las tensiones entre el grupo falangista del señor Valero Bermejo -nombrado subsecretario de Hacienda a principios de 1966- y el grupo del señor Valls, hasta que, el 26 de diciembre de 1966, el señor Calvo Serer suscribió dos tercios de las acciones de FACES, por cuya titularidad se desencadenó posteriormente -mayo de 1967- un complicado proceso judicial promovido por el sector de accionistas minoritarios (ver, por ejemplo, "Informaciones" 17/8/1972). Con mayoría en FACES, el señor Calvo Serer cambió el rumbo del "Madrid" y comenzó inmediatamente un doble enfrentamiento progresivo, de un lado, con el ministro de Información, señor Fraga Iribarne, que se tradujo en la incoación de varios procesos y en dos largas suspensiones gubernativas del periódico y, de otro, con el señor Valls Taberner, alarmado, según el autor, ante el creciente enfrentamiento con la Administración. La descripción de los innumerables pactos, concesiones recíprocas, choques, rupturas, etc., esmalta y embrolla -hasta extremos que le hacen de muy difícil lectura- todo el largo primer capítulo del libro y no sólo el primero, para desgracia del lector.

El capítulo II ("Tecnócratas contra reformadores", pp. 95-149) comienza con el relato de la segunda suspensión del diario Madrid, acordada en el Consejo de Ministros del 26 de julio de 1968. Ante la amenaza del señor Fraga de un tercer cierre del periódico, los señores Calvo Serer, Antonio Fontán, Miguel Ángel Aguilar y el secretario del primero se trasladaron a San Sebastián. El señor Calvo Serer se entrevistó durante el viaje con don Rafael Orbe, secretario del almirante Carrero Blanco y, ya en San Sebastián y por este orden con los señores López Bravo, entonces Ministro de Industria, y Oriol, de Justicia, logrando por fin una entrevista con el propio almirante Carrero, minuciosamente descrita en las páginas 102-104.

A partir del segundo cierre del periódico, las tensiones en FACES se agudizan aún más, si cabe, y el señor Valls se opone abiertamente al señor Calvo Serer. Se realizan gestiones para vender el periódico que llevó en un principio don Gonzalo Fernández de la Mora y después don Silvestre Arana, presidente de FACES, quien mantuvo contactos con el grupo Godo. El 2 de diciembre de 1968 se celebró un tormentoso consejo de administración de FACES y el 7 de agosto de 1969 el señor Valls escribió al señor Calvo Serer pidiéndole que abandone el periódico. Según el señor Calvo Serer, el "Madrid" se vio progresivamente descapitalizado por la presión del señor Valls a través del Banco Popular. Por otra parte, siguió, con altibajos, la misma situación con el ministerio de Información.

El capítulo III ("El gobierno de los tecnócratas retrocede a la dictadura", páginas 151-178) vuelve a la división ya aludida de la historia política del régimen e insiste en que "...desde 1936 a 1960 la actividad política central del régimen se polarizó en torno a las relaciones entre el jefe del Estado y el jefe de la dinastía ." (pág. 152). La "tercera fuerza" del señor Calvo Serer venía actuando en la política española desde 1953. En este capítulo el autor no tiene más remedio que abordar "...las supuestas implicaciones de los tecnócratas con el Opus Dei" (pág. 157). Ni que decir tiene que para el señor Calvo Serer los fines del Opus Dei "se limitan al campo de lo estrictamente espiritual" (página 7), "la doctrina del Opus Dei... acaba en lo meramente espiritual" (página 196), "El Opus Dei no es un grupo de promoción, de presión, de interés o un partido político", mientras que "los tecnócratas de López Rodó, constituyen originariamente un grupo de promoción o de interés..." (pág. 158). La alianza del señor Calvo Serer con el grupo del reverendo padre Albareda en el C.S.I.C. "fue puramente circunstancial y debida a la necesidad de defenderse contra el ataque que contra todos ellos hacían los falangistas y los demócratas cristianos colaboracionistas..." (pág. 158). En fin, se nos dice -como de costumbre- lo que no es el Opus Dei, pero no mucho más ... En cualquier caso y como conclusión previsible, se nos advierte que "no cabe, pues, de ninguna manera identificar a los tecnócratas con la 'tercera fuerza' cuyos logros aprovechó, en buena parte, López Rodó" (pág. 159). Y, por si no fuera suficiente, se insiste machaconamente: "...es necesario hacer algunas aclaraciones que completen lo dicho anteriormente respecto a las relaciones entre los diferentes grupos de promoción de intereses universitarios, administrativo y económico reunidos alrededor de hombres procedentes del Opus Dei, Albareda, López Rodo y Valls Taberner, respectivamente, y el político propiamente dicho de Calvo Serer. Y, sobre todo, hay que dar mayor información sobre la función que ha jugado Carrero Blanco. De este modo se llegará a la conclusión de que ha existido una cierta planificación universitaria monárquica y económica, pero concebida dentro del marco político y a la que es ajeno el Opus Dei, fruto de la acción de la que Calvo Serer es responsable" (pág. 160). (Los subrayados son nuestros.) Nada menos.

Para el señor Calvo Serer el planificador de la tecnocracia es el señor López Rodó y don Gonzalo Fernández de la Mora, su ideólogo. El problema, lógicamente no se plantea con la democracia, "sino con las versiones totalitarias del socialismo (pág. 172). Respecto del régimen español, para el señor Calvo Serer es el neofranquismo" (pág. 172) aunque espera que a los tecnócratas les resulte difícil sobrevivir políticamente al régimen, pero no por inmoralidad, corrupción u otras razones de tipo "ético", sino por algo mucho más grave en el mundo moderno -y también dentro del Opus Dei-; por incompetencia: ". . . la aireada eficacia de los tecnócratas... había acabado... en la incompetencia plasmada en el affaire Matesa" (pág. 174).

En el capítulo IV ("El régimen puesto a prueba: el cierre del 'Madrid', páginas 179-232), el señor Calvo Serer identifica al diario "Madrid" con la libertad y culpa explícitamente de su cierre al almirante Carrero Blanco: "El almirante decide acabar con la libertad" reza textualmente el titulillo que abre el capítulo IV (pág. 179). Y continúa: "...llegó a principios de 1970 la noticia más inesperada: el gobierno había acordado el cierre definitivo del periódico" (página 179). En uno de los "consejillos" celebrados en Presidencia, "el ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente, se quejó de algunas noticias publicadas por el "Madrid" sobre los conflictos obreros. Debió sumarse a su postura el ministro de Sindicatos, y quizá también manifestó su disgusto ante determinadas informaciones el de Hacienda, Alberto Monreal. No obstante, quedaron todos sorprendidos por la violenta reacción del vicepresidente del gobierno, que cortó por lo sano diciendo que se cerrase el periódico definitivamente... En aquella reunión no se encontraba presente el ministro de Información, Alfredo Sánchez Bella" (pág. 180). En tal situación y para intentar dar una solución definitiva a los graves problemas desde largo tiempo arrastrados en el seno de FACES, los señores Valls y Calvo Serer, con sus respectivos grupos, decidieron recurrir al arbitraje del ex ministro de Comercio, señor García Moncó "...séptimo consejero de FACES, que se había abstenido de intervenir desde el estallido del conflicto" (pág. 187). El señor García Moncó emitió su laudo, "que no resolvería gran cosa" (pág. 187), en el mes de julio de 1971 y contra el mismo presentó un recurso el señor Calvo Serer, basado en la extralimitación del árbitro en el ejercicio de sus funciones -orden de venta de las acciones de FACES que poseía Calvo Serer- que llegaría hasta la Sala primera del Tribunal Supremo. El señor Calvo Serer justifica su proceder afirmando que sus oponentes estaban dispuestos a recurrir contra el laudo. La versión del señor Valls sobre el laudo arbitral y sobre toda la vidriosa historia del "Madrid" puede verse, por ejemplo, en "Ya", 30-X-1973.

Según el señor Calvo Serer a raíz de la manifestación en la Plaza de Oriente del 1 de octubre de 1971, y el subsiguiente indulto, "era el gobierno entero, con Franco y Carrero a la cabeza, el que se indultaba a sí mismo..." (página 193). La situación con el Ministerio llegó a tal extremo que en octubre 1971 el señor Calvo Serer preparó la concesión de "plenos poderes a García-Trevijano para que intentase una última negociación" (pág. 199). El 11 de noviembre de 1971, el señor Calvo Serer publicó en "Le Monde" un artículo titulado Moi aussí, j'accuse (reproducido en las páginas 322-326 con el título: El gobierno español contra las libertades. Yo también acuso...") en el que se centraba en tres hechos principales: "se le quitaba el periódico para que no contase cosas del tipo de que el gobierno se había indultado a sí mismo en el affaire Matesa; se quería resolver un asunto político por vía judicial... y el banquero (el señor Valls) pretendía quitarle la propiedad después de haber descapitalizado la empresa a base de créditos con intereses elevadísimos" (página 207). El 12 de octubre de 1971 se vio la causa sobre la titularidad de las acciones de FACES en la que, contra todo lo previsible -y a pesar de las presiones que el señor Calvo Serer atribuye al presidente del Tribunal Supremo que "había influido para que "por razones de interés nacional" se fallase en contra de Calvo" (pág. 208)- recayó sentencia favorable al señor Calvo Serer: "Apenas habían transcurrido tres días de la publicación de la sentencia cuando se cursó la orden de cierre definitivo del 'Madrid', acordada ya el 22 de octubre" (pág. 208) de 1971. Inmediatamente se iniciaron diferentes gestiones para lograr su reapertura, mientras entre el personal del periódico "se logró la actuación prácticamente unánime de obreros, empleados y periodistas" (pág. 222). Las posibles vías de solución eran dos: un plan elaborado por la Dirección General de Prensa por el que se promulgaría un Decreto-ley para que la Asociación de la Prensa se encargase de los periódicos en la situación del "Madrid". Pero "el proyecto presentado al Consejo de ministros, con el consentimiento de Carrero, se encontró con la resistencia del ministro de los Sindicatos, García-Ramal, tras una serie de presiones ejercidas por Rodolfo Martín Villa, secretario de la Organización Sindical" (p. 222). Otra solución, sugerida por el Ministerio de Información, hubiera sido que se encargase del periódico una sociedad gestora en la que interviniesen la Asociación de la Prensa y el Sindicato Nacional de Prensa. "A este efecto, se firmó un precontrato el 30 de noviembre de 1971 entre Antonio García-Trevijano, Lucio del Álamo, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, y Antonio Castro Villacañas, presidente del Sindicato" (pág. 222), del que el señor García-Trevijano, apoderado del diario "Madrid", dio cuenta en una de las asambleas de todo el personal en la sala de máquinas. Esta publicidad molestó al señor Castro Villacañas. Se suceden las propuestas y contrapropuestas hasta las Navidades. Ni la ausencia del señor Calvo Serer, ni la dimisión del señor Fontán fueron suficientes para hacer progresar las negociaciones con los representantes sindicales "...la resistencia provenía siempre de García-Ramal... quien reflejaba a su vez la opinión de Carrero. Parece que éste había dicho, aludiendo a las negociaciones en curso, que 'no le fueran a pagar a Calvo el exilio y el libro' (Se refería al anunciado por García-Trevijano en su conferencia de prensa del 2 de diciembre: Franco frente al Rey. El proceso del régimen)" (pág. 223). A finales de enero de 1972 los sindicatos anunciaron el fracaso de la segunda fase de las negociaciones y surgió lo que el autor denomina "el motín de Romero" (página 224). La hostilidad del señor Romero contra "Madrid" se remontaba, según el autor, al comienzo mismo de su etapa independiente. El señor Romero Gómez, "director del diario 'Pueblo', procurador en Cortes y consejero nacional del Movimiento por la provincia de Avila. Funcionario de la Organización sindical con categoría de director. Condenado por delito de malversación por sentencia del Tribunal Supremo de 18 de junio de 1947..." (pág. 334), "que no disponía ni del título de bachiller" (pág. 224), publicó en "Pueblo", el 10 de febrero de 1972, un artículo titulado "El mitin de ayer" en el que acusaba al señor García-Trevijano de injurias al jefe del Estado, por lo que posteriormente el acusado presentó querella criminal (2 de agosto de 1972) contra el señor Romero, desestimada por la Sala segunda del Tribunal Supremo a mediados de mayo de 1973. A continuación se narran con todo detalle los sucesivos pasos que llevaron al final del periódico "Madrid". El Tribunal Supremo, en sentencia del 5 de febrero de 1972, dejó en su forma definitiva el laudo emitido por el señor García Moncó el dos de julio de 1971. Se reconocía al señor Calvo Serer la propiedad de las acciones, pero había de pagar su importe, unos 23 millones de pesetas incluidos los intereses, a la financiera SAF, del grupo del Banco Popular Español, sin que la sentencia del Tribunal Supremo fijara plazo para el pago. SAF solicitó del árbitro que señalara el plazo y éste lo fijó en un mes. El señor García-Trevijano, apoderado del señor Calvo Serer, a la sazón ya exiliado en París por su aludido artículo publicado en "Le Monde", consideró sin valor jurídico la decisión del señor García Moncó. Los administradores de SAF solicitaron y obtuvieron del juzgado el pago por vía de embargo. Presentado el recurso, la vista quedó fijada para el 4 de julio. El edificio del diario "Madrid" fue enajenado "para, en primer lugar, indemnizar a los trabajadores en paro" (pág. 373) y dinamitado el 23 de abril de 1973. El pleito está pendiente, todavía, del Tribunal Supremo.

El señor Calvo Serer continúa con un epílogo titulado "Lo que viene después de Franco" (pág. 233) en el que aventura más o menos coherentemente sus planteamientos políticos. Según el autor, Franco mantiene un "absoluto dominio... sobre la vida política española, aun por reducidas que presente sus energías vitales" (pág. 234). El señor Calvo Serer considera "dos intentos en el enfrentamiento con el futuro político: uno dictatorial y otro autoritario" al mismo tiempo que una posible salida democrática reviste según él dos formas: "la que intenta crear una nueva legalidad tras una consulta popular y la que busca una forma constitucional a partir de la actual estructura política" (pagina 234). El señor Calvo Serer no considera viable una nueva "dictadura" aunque las razones que aduce no pasan de conjeturas: "no parece probable que se produzca una situación de caos que justificara la intervención militar ni tampoco se da la personalidad de un posible dictador" (pág. 235. El subrayado es nuestro). Tampoco, siempre según el señor Calvo Serer, el Ejército quiere asumir la responsabilidad política, puesto que considera "verosímil la opinión de que el Ejército no ambiciona asumir la responsabilidad del gobierno después de Franco" (p. 236. El subrayado es nuestro). Considera que "sin credibilidad no queda más que la fuerza" (pág. 237), aunque estima viable la instauración de una monarquía autoritaria cuyo ideólogo sería el señor Fernández de la Mora y "su planificador o realizador López Rodó" (pág. 238), perpetuando la situación actual, "sin introducir más cambios que la sustitución de Franco en la jefatura del Estado por el príncipe Juan Carlos... A este efecto han conseguido la designación de Carrero Blanco como presidente del gobierno al desaparecer Franco" (pág. 238). Monárquico convencido, al menos cuando escribió este libro, el señor Calvo Serer mantiene que "un rey no puede estar preso de ningún grupo político, porque se lo impiden tanto su carácter de representante de la totalidad de la nación como su permanencia y continuidad al frente del país: los grupos o partidos se alteran o desaparecen pero el rey queda" (pág. 240). El 11 de mayo de 1972 el señor Calvo Serer mantuvo un debate en la televisión italiana con el señor Sergio Vilar, "quien se presentó expresamente como miembro del Partido Comunista español" (pág. 241), en el que dejó bien claro que "no podía considerar como aliado al P. C." e "insistió en que todavía cabía reconstruir políticamente el futuro español a partir de la legalidad establecida" (pág. 242). Para ello elabora un programa con vistas a "una solución política que evite se extreme el clima conflictivo entre los partidarios de cambios radicales y los aferrados a un rígido continuismo" (pág. 245). Tal programa consta de los ocho puntos siguientes: 1) Nombramiento de presidente del gobierno; 2) Aplicación sin restricciones de la Ley de prensa; 3) Independencia de los tribunales; 4) Estatuto de las organizaciones políticas; 5) Libertad para las Cortes; 6) Amnistía para vencedores y vencidos; 7) Sindicación profesional única y asociación obrera libre, y 8) Sometimiento a referéndum de las necesarias modificaciones constitucionales: orden de sucesión a la Corona, separación de la Iglesia y el Estado, cambios necesarios para ingresar en la C.E.E., regionalización del Estado, etc.

Un amplio anexo documental y una cronología (págs. 257-393) cierran el libro.

Aun a riesgo de resultar reiterativos, convendría repasar algunas de las afirmaciones del señor Calvo Serer a lo largo del libro. El líder de la "tercera fuerza" reconoce a ésta la capacidad de influir bastante en la formación de gobiernos:


"Valls y Pérez-Embid sabían que Calvo se había apartado, incluso exiliado voluntariamente, por el desviacionismo político de los tecnócratas, cuya alianza con el grupo de la "tercera fuerza" reformista les permitió entrar en el nuevo gobierno de 1957, inexplicable sin las gestiones de Luis Valls, quien, por otra parte, más de una vez. reconoció que había utilizado en aquellos momentos las ideas y gestiones de Calvo y la colaboración de Pérez-Embid, redactor de un conjunto de notas cuya 'eficacia' se reflejó en la composición del nuevo gabinete" (pág. 28).
"Al hablarse de nombres de posibles ministros, López Rodó dijo que hacía cuanto era posible -ayudado por Federico Silva- en favor de Fernández de la Mora, hasta el punto de haber conseguido que también lo apoyase Carrero... El ministro del Plan puso el ejemplo de Romeo, cuyo nombre para el Ministerio de Trabajo había sido sugerido por Valls, a lo que replicó el banquero que si dio aquel nombre fue para cortar la designación del falangista Luis Valero" (pág. 57),

Otra historia similar se relata en las páginas 48-49, pero no es cosa de abrumar. La "tercera fuerza" no sólo "hace" ministros sino también -lógicamente- puestos de menor rango:


"Y a la muerte del conde de Ruiseñada, para el que Carrero había conseguido de Franco el nombramiento de procurador en Cortes, el sustituto fue Pérez-Embid, igualmente a petición de Calvo Serer, en vez de ser aquél (el señor Gonzalo Fernández de la Mora) como quería López Rodó" (pág. 219).

Ciertos puestos, según el señor Calvo Serer, tienen, digamos su precio:


"Leopoldo Calvo Sotelo tuvo una fricción con el ministro, pues habló como si se encontrara totalmente ajeno a las esferas gubernamentales, siendo así como lo recordó el propio Solís, que el puesto de presidente la RENFE era de los más sustanciosos. Calvo Sotelo, algo irritado, respondió que a él el cargo le costaba dinero; pacos días más tarde dimitió" (pág. 50. El subrayado es nuestro).

Tampoco los consejos de ministros escapan al conocimiento del señor Calvo Serer: en la página 33 se puede encontrar la minuciosa descripción de uno. Igualmente la "tercera fuerza" ha tenido, al decir de su líder, no poca influencia en el ordenamiento jurídico del país:


"No obstante, el secretario general técnico de la Presidencia se vio obligado a ofrecer un plan político y, como carecía de él, acudió a las ideas y a los colaboradores de la "tercera fuerza", sin los cuales son inexplicables -como ya se dijo- tanto la Ley de Principios del Movimiento de 1958, como la Ley Orgánica del Estado, de 1966" (pág. 219)

El libro está salpicado de datos, hechos, etc., que se escamotean al insinuarlos o que, simplemente, no se explican. Por ejemplo: en la página 18 se dice que "el ministro (señor Fraga Iribarne) llevó a cabo todas las gestiones posibles para que el presidente (señor Calvo Serer) tuviese que marcharse de España. ¿Cuáles eran esas "gestiones"? Tampoco se explica por qué la publicación del primer articulo de una serie sobre el Sahara -en el "Madrid"- "podía afectar directamente al vicepresidente del gcbierno Luis Carrero Blanco" (pág. 120). Ni por qué López Rodó era la "auténtica 'eminencia gris' del almirante" (pág. 153), ni por qué, tras haberle apoyado -como tmabién a Luis Valls- en sus primeros pasos en Madrid" (pág. 161) y haber "gestionado su nombramiento en el C.S.I.C... cuando (el señor López Rodó) era catedrático en Santiago de Compostela", poco menos que logró echar al señor Calvo Serer de la revista "Arbor": "apenas instalado López Rodó en su puesto ya presionó fuertemente para que Calvo dimitiera de 'Arbor'" (págia 219). Tampoco se nos dice a qué ni a quién obedeció el nombramiento de López Rodó para el cargo de secretario general técnico de la Presidencia del Gobierno en 1956, "su primer puesto político, que utilizó como plataforma" (pagina 164). No acaba aquí la lista de ingratitudes:


"Fue precisamente Calvo Serer quien propuso y consiguió, tras numerosas gestiones, el nombramiento de Alfredo Sánchez Bella como vicepresidente del alto organismo científico (el C.S.I.C.) para sacarlo de la situación de puro proyecto en que lo tenía desde hacía meses José María Albareda" (pág. 161).

ni el capítulo de los misterios: Quién será el "observador imparcial de la política española" (pág. 179) que, a finales de abril de 1966 "dio a Calvo el impulso decisivo" (pág. 195). ¿Por qué y cómo DOPESA hizo sus primeros pasos de la mano de Calvo Serer"? (pág. 213).

En fin, no es cuestión de seguir "espigando". El mundo cambia y don Rafael Calvo Serer, fiel y antiguo servidor del conde de Barcelona quien "ha vivido una experiencia de deslealtad política que justificaría un drama de Shakespeare" (pág. 252) no parece que se atreva ni a acercarse a su señor:


"También llamó la atención la ausencia de Rafael Calvo Serer, que permanecía en Ginebra y, aparentemente, no se decidía a desplazarse hasta Lausana. El monárquico vinculado con la "Obra" envió un mensaje al Conde de Barcelona -dicen-, pero que la embajada le fue devuelta sin respuesta de ningún tipo." ("Cambio 16", núm. 204 3-11-1975, pág. 37.)

JUICIO

Lo primero que hay que destacar es que el libro está sin acabar, cosa que, hagamos honor a la verdad, reconoce el autor en las primeras líneas. Reiterativo hasta la exasperación, farragoso, embarullado, dedica páginas y páginas a relatar enfrentamientos personales de muy escaso interés para lo que trata de narrar, adquiriendo en ocasiones tono de memorial de agravios o de personal ajuste de cuentas, incluso con antiguos correligionarios.

En segundo lugar hay que resaltar que, sistemáticamente, se hacen afirmaciones y se relatan hechos que, por su propia naturaleza, no pueden ser probados. A lo largo de todo el libro, el lector se ve obligado a confiar ciegamente en la veracidad del señor Calvo Serer; veracidad que, por otra parte no hay ni por qué poner en tela de juicio ni por qué aceptar. No se pueden contar consejos de ministros, afirmar que se interviene en el nombramiento de los mismos, en el de procuradores en cortes, etc., que el jefe del Estado da directamente ordenes a la prensa, que la justicia está mediatizada etc. sin ofrecer màs prueba que la propia afirmación o el relieve de la personalidad que lo afirma; mucho más si, paradójicamente, quien tales cosas afirma es una persona cuyo "propósito no era otro que el que todos intentaban defender; que el régimen acabase bien" (pág. 45).

El resentimiento del autor nos presenta toda la política española absolutamente vinculada al poder personal; nada habría, según Calvo Serer menos público, nada más alejado del hacer de la comunidad.

Quizá el propio señor Calvo Serer nos dé la clave de tanta paradoja: "...todavía no se pueden contar muchas cosas... Por ello, cuando se entra en estos temas todavía reservados se ha de proceder dando el mínimo de verdad para que se llegue al máximo de verosimilitud" (pág. 162). Todo un programa. Que en términos éticos bordea la hipocresía y en política conduce a algo que se designa con una sola palabra: OPORTUNISMO.


In Boletín de Orientación Bibliográfica nº 113-114, enero-febrero 1976, pp. 39-49