Éditions Ruedo ibérico
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FRANCISCO FRANCO, HISTORIA DE UN MESIANISMO


Autor: Ramírez, Luis.
Editor: Ruedo Ibérico.
Lugar y fecha: París, 1964.
Páginas: 282.


CONTENIDO

La obra que consideramos, cuya autor es Luis Ramírez y cuyo editor es Ruedo Ibérico, pretende ser una biografía -como tal se anuncia en el dorso- de Francisco Franco. El subtítulo, "Historia de un Mesianismo", o como se trasluce a lo largo de sus páginas, «25 años de falso mesianismo», tiende a contrarrestar las diferentes biografías, historias, memorias, etc., que sobre el Jefe del Estado español circulan.

El libro se compone de tres partes, en las que, por orden más o menos cronológico, se analizan: el hombre, el militar y el estadista. Antecede una presentación, en la que, a falta de mayores méritos -y salvadas las primeras impresiones del autor sobre lo que significa el cristianismo y la santidad-, se reconoce paladinamente, dando un mentís a los editores, que la obra «no es una biografía en el sentido académico, sino una interpretación sobre una vida no terminada, siguiendo textos y recuerdos de quienes con él han convivido y sus propias palabras". Los textos citados son pocos; los recuerdos, la mayor parte de enemigos suyos y atribuidos gratuitamente, no aportándose prueba alguna de mayor fiabilidad. Y todo ello enmarcado con unas citas de la vida de Cristo al comenzar cada capítulo. Como obra de propaganda que es, no hay mención alguna a la falta de perspectiva histórica y en ningún momento se habla de objetividad, cualidad no necesariamente despreciable en un historiador.


JUICIO CRITICO

El autor, en la primera parte de su obra y con cierta pretensión científica, intenta llegar al alma del biografiado a través de las circunstancias que determinan el alma y ser de los hombres. Analiza Galicia y el espíritu de sus habitantes con una ligereza y superficialidad que nos recuerdan los peores momentos de "Ingleses, franceses y españoles" de su profesor Madariaga. La pintura de El Ferrol finisecular está recargada de tintas negras, el panorama social es descorazonador, la vida familiar del protagonista totalmente desgraciada, y si hay en la obra algún atisbo acertado de psicología colectiva -consideraciones sobre la "retranca" galaica, sobre las dotes innatas de mando y la aportación gallega a formar los cuadros de la política española- pronto se ve el lector abrumado por el partidismo del autor. Cuando el biografiado intenta reaccionar contra el medio ambiente -cosa lógica y natural, sobre todo si éste es tan tétrico como el narrado por Ramírez-, éste ve en ello no una vocación en ciernes, una rebeldía ante la atonía general o simple escapismo, sino que insiste en las cualidades que, aun siendo propias de muchos niños -timidez, introversión, etc.-, juzga como verdaderas taras insuperables, calificándolas de timidez teratomórfica [sic], reacciones freudianas, resentimientos, que por primera vez nos dan la idea de que se nos está escamoteando algo; ya que si el ambiente era ese, la consecuencia lógica será la de crear un carácter especial en el que va incluso el deseo de huir sin recurrir a interpretaciones tenebrosas. Siempre nos quedará la duda de si no se habrá recargado, cuando menos, la descripción con el fin de demostrar solamente lo que el autor "a priori" quería hacernos ver. Pues la verdad es que para Luis Ramírez no hay matices: o se quiere seguir las huellas del padre, o se reacciona contra él. Ahora bien; en el caso que nos ocupa, si se sigue la primera opción, se ganan los calificativos de mediocre, acomodaticio, libertino, personalidad gris y sin ambiciones, etc., y si se sigue la segunda, se es ambicioso, desarraigado, duro, deficiente, etc.

Lo malo del caso es que el juego va a proseguir a lo largo de toda la obra, ya que si el autor no se atreve a quitar al comandante Franco en África e1 apelativo de valiente, inmediatamente entra en disquisiciones marginales que nos permiten comprender cómo, a su juicio, es fácil no sólo ser valiente, sino incluso temerario cuando no se tiene nada que perder, o cómo la osadía y la incultura corren parejas. El lector francés, tan acostumbrado a ver hermanados a sus resistentes y soldados con sus hombres de letras e intelectuales, se verá probablemente muy sorprendido.

Las frases "es preciso reconocer que Franco se exige a sí mismo lo que exige a los demás" (pág. 60) o "Franco tiene una virtud que nadie puede negarle, su laboriosidad" (pág. 64), "su sobriedad es sorprendente" (pág. 61), no han de engañarnos, puesto que van seguidas de los consiguientes razonamientos; se es laborioso y sobrio cuando se carece de la cualidad fundamental del hombre: la imaginación; el sentido de la justicia, para el autor, no es más que secreción espontánea de la dureza, frialdad y limitaciones del hombre, además de ser consecuencia de la disciplina, automatización y mecánica impresas por la rutina de las Academias militares.

Cuando asciende a coronel a los treinta y un años, tras intervenir en medio centenar de combates, "que no sólo nunca rehusó, sino que generalmente, los solicitaba" (pág. 89), busca la causa y pretende encontrarla en la terquedad, caprichos y facultades maniobreras para encontrarse en primera línea.

¿Se puede hablar de triunfo profesional ya que fue el general más joven de España? Tampoco, ya que esto también implica grandes limitaciones: "no poseer más que tesón y voluntad..., ya que si hubiera sido más vivo de inteligencia no la hubiera llevado así" (la carrera) (pág. 59).

Sin embargo, el autor, en ocasiones, es capaz de guardar cierta objetividad, cuando se sale de la pura biografía y compara los retratos de Azaña y Gil Robles; cuando habla de la radical inseguridad de la España republicana o de la falta de convicción ideológica de los líderes de izquierdas, aunque los datos citen errores de bulto o falsedades tan monstruosas como la de las setecientas cincuenta mil personas "ejecutadas" en la España nacional; cuando habla de Berenguer como renovador del constitucionalismo o de la firma del pacto de San Sebastián, etc.

Vuelve el autor por anteriores derroteros cuando en la parte final analiza al político y estadista, llegando a decir «que arribó a la política por aburrimiento" y a sorprenderse del empleo y canalización que de las diferentes tendencias hizo el Movimiento, viendo en toda la política española de la posguerra: traiciones, promesas incumplidas, etc. Busca por todos los medios contradicciones que puedan encontrarse en los discursos, contraponiendo la autarquía inicial al liberalismo reciente, la aproximación a Berlín y Roma, al posterior acercamiento a Washington, haciendo total abstracción de las circunstancias que lo motivaron y sin tener en cuenta que entre unos y otros discursos ha pasado un cuarto de siglo. Olvida citar capítulos como el de la neutralidad, con el fin de dejar más paginas para hablar de Grimau y explicar su versión del caso a través de un complejo de frustración por exceso de libertad. Claro es que, llegando al final, el lector ha entrado ya totalmente en el juego y está consciente de que si las cosas hubieran ocurrido de diferente manera, las frases serían iguales, salvo que se hablaría del empecinamiento y falta de flexibilidad para la política exterior y debilidad y decadencia para la interna, puesto que al protagonista, como a los héroes de la tragedia clásica, todas las salidas nobles les están vedadas, con la diferencia de que lo que en aquellos es "fatum" o "moira", en la interpretación, o biografía interpretada que comentamos, es simple mala voluntad de un desconocido escritor que sólo actúa en función directa de sus odios y sus resentimientos contra todas las leyes permanentes del difícil arte de la biografía.


In Boletín de Orientación Bibliográfica nº 29, junio 1965, pp. 14-17 y repetido en nº 111-112, noviembre-diciembre 1975