Éditions Ruedo ibérico
ERi > Libros > La destrucción de Guernica > Textos

Prefacio


Las primeras líneas de esta obra fueron escritas como parte de una revisión que emprendí en 1967 de mi libro El mito de la cruzada de Franco. Trabajando en el capítulo «Los católicos en favor de la España nacional», me di cuenta de que lo que había escrito sobre Guernica ya había sido dicho en muchas ocasiones y de que, treinta años después de la tragedia, debía ser posible hallar nuevos elementos sobre el tema. Decidí añadir algunos párrafos, o incluso algunas páginas. Hoy, unos años más tarde, esas pocas páginas se han convertido en centenares.

Mi investigación inicial tenía como finalidad responder a dos preguntas:

1) ¿Cómo fue destruida Guernica? 2) ¿Por quién?

Más adelante añadí a esta doble interrogación una tercera: ¿Por qué fue destruida Guernica?

Sólo más tarde, en el curso de mis investigaciones, comprendí que, dada la importancia de los comentarios dedicados a la controversia que siguió a la catástrofe, había que hacer un esfuerzo para explicar la polémica, sus comienzos, sus caracteres, su sorprendente duración.

Desde los primeros momentos de mi investigación sobre Guernica resultó evidente que el origen de las informaciones sobre la tragedia de Guernica debía encontrarse en los despachos de prensa enviados desde Bilbao en las 24 horas que siguieron a la destrucción, ya que ésta, según los citados reportajes, había ocurrido la tarde del 26 de abril de 1937.

En circunstancias normales, habrían debido bastar esos reportajes para establecer los hechos. Pero los telegramas de prensa de Bilbao fueron discutidos inmediatamente, y su buena fe fue negada por los militares opuestos a las fuerzas vascas aliadas a la República española. Menos de 72 horas después de la destrucción (según la hora fijada por las primeras informaciones de la prensa de Bilbao), la ciudad en ruinas cayó en poder de las fuerzas nacionalistas, y fue enviada, desde Vitoria, una nueva serie de telegramas de prensa a los diarios del mundo entero.

Del examen preliminar de esas fuentes surgieron dos nuevos problemas:

1) Las noticias procedentes de Bilbao eran casi exclusivamente un scoop de la prensa inglesa; en Francia, las noticias de Bilbao eran manipuladas de modo inexplicable, no profesional, por la agencia Havas. ¿Por qué?

2) Las noticias enviadas desde Vitoria a Francia estaban en flagrante contradicción con lo que había sido telegrafiado desde Bilbao unos días antes, e incluso los mensajes de prensa enviados desde Vitoria a Inglaterra parecían poner en duda los telegramas dirigidos anteriormente. ¿Mintieron algunos periodistas? Si es así, ¿por qué lo hicieron?

Sin duda, era posible descubrir cómo, por quién y por qué fue destruída Guernica, dejando a un lado la cuestión no resuelta de los despachos de prensa contradictorios, y la del curioso comportamiento de la agencia Havas; pero contentarse con ese compromiso hubiera sido dar un relato incompleto. Y la única justificación de una nueva investigación sobre Guernica residía, no en añadir más elementos a la controversia, sino en poner fin a ella.

Una solución de esos nuevos problemas llevaba necesariamente a buscar la significación real oculta tras el despacho de prensa impreso. Lo cual suponía el estudio de la personalidad del corresponsal, de las circunstancias en que había escrito su telegrama, de la naturaleza de la censura ejercida por los funcionarios de prensa españoles, de los medios mecánicos mediante los cuales había sido enviado el mensaje desde España, del tiempo exigido para la trans-misión del telegrama, del punto de vista político de su agencia de prensa o del redactor de su diario, e incluso de la presión (generalmente oculta) que la censura ejercía en el país que recibía su cable.

¿Pero cómo realizar una investigación sobre materiales tan efímeros como los telegramas de prensa cuando ya habían pasado tantos anos? Los dos telegramas procedentes de Vitoria que parecían oponerse más al sentido de los telegramas procedentes de Bilbao habían sido uno publicado por The Times, y el otro distribuído por la agencia Havas. Ninguno de los dos llevaba firma.

El oficial de prensa encargado de las relaciones con los periodistas extranjeros en la época del bombardeo de Guernica, Luis Bolín, había escrito en España que el despacho de The Times había sido enviado por H.A.R. Philby, conocido ahora por haber sido, en aquella época, espía soviético. Estaba vivo, pero en la URSS. De todas maneras, el contenido pro-rebelde de sus despachos de prensa podía explicarse fácilmente como parte de su cobertura para sus actividades de espionaje.

Las circunstancias que rodean al despacho sin firmar de la agencia Havas parecían igualmente oscuras. Se trataba de la misma agencia que se había mostrado lenta y avara de detalles cuando la difusión de los primeros despachos sobre Guernica, procedentes del lado vasco.

Pero la agencia Havas, en tanto que agencia de prensa, había sido suprimida al final de la segunda guerra mundial por haber colaborado con el gobierno de Vichy, y a todas mis investigaciones sobre los expedientes que habría podido dejar tras de sí el servicio suprimido, se me respondía que los archivos de la agencia Havas habían sido destruidos durante la ocupación alemana de Francia.

Esos pensamientos obsesivos impedían a mis investigaciones avanzar en el resto del proyecto. Cuando ya empezaba a creer que era imposible todo progreso, encontré en Montreal un libro de bolsillo sobre el caso «Philby» y descubrí en él una referencia que podía sugerir que no había sido Philby sino James Holburn quien había escrito el telegrama desde Vitoria sobre Guernica para The Times. Una ojeada al Who's Who me indicó la dirección de Holburn, y unas semanas más tarde hable con el en Londres. Estaba aclarada una parte del misterio. Al mismo tiempo, descubrí en el Public Record Office de Londres un número considerable de documentos diplomáticos ingleses muy significativos, referentes a las diferentes fases del problema de Guernica; uno de ellos era un principio de explicación del telegrama de la agencia Havas procedente de Vitoria, pero no se trataba más que de una explicación parcial. La documentación del Comité de No Intervención estaba también en el Public Record Office, con silencios sobre Guernica que resultaban enormemente sorprendentes e interesantes; esa documentación, así como otros datos de la historia diplomática, permitían incluir un capítulo sobre Guernica en la historia diplomática de la época.

Las referencias al telegrama de la agencia Havas halladas en los archivos ingleses me impulsaron a intentar, una vez más, encontrar lo que quedaba de los problemáticos expedientes de la agencia Havas. Unos años antes, yo había sido administrador general de una estación comercial de radiodifusión en Tánger, en Marruecos, y había contratado el servicio de prensa de la agencia France-Presse, sucesora de la agencia Havas. Por ello, me había en-contrado en varias ocasiones con Jean Marin, director de la agencia France-Presse. Funcionarios de la AFP me habían dicho ya que todos los documentos de Havas habían sido destruidos; no obstante, acabé por apelar directamente a Jean Marin. Unos días más tarde recibí una llamada telefónica indicándome que quizás pudiese encontrar algo en los Archivos nacionales franceses. En ese servicio, en efecto, existen algunos expedientes de la agencia Havas, pero sólo se pueden consultar con la autorización de la AFP. Obtuve la autorización, y en seguida abrí los expedientes de lo que constituye, con toda probabilidad, la colección más importante de informaciones de prensa relacionadas con la guerra civil de España. Uno de los expedientes se titulaba «Affaire 'destruction de Guernica'».

Poseía ahora, con el testimonio de Holburn y los expedientes de la agencia Havas, una explicación posible de la contradicción existente, entre los tele-gramas de prensa procedentes de Bilbao y los de Vitoria. Con esos documentos, tenía también una explicación plausible del modo no profesional que había tenido la agencia Havas de operar en sus informes sobre el asunto «Guernica». La nueva documentación acabó con ciertos bloqueos sicológicos que podían entorpecer la continuación de este trabajo, y me permitió considerar esos problemas con una nueva visión.

Este estudio se dividía naturalmente en dos partes, siguiendo la cronología: «El acontecimiento» y «La controversia».

Había fijado arbitrariamente la fecha del final del acontecimiento hacia el 6 de mayo, algo más de una semana después de la ocupación de Guernica por los rebeldes. Podía sostenerse que «La controversia» empezaba con los primeros desmentidos de Salamanca, y que los informes de prensa sobre el acontecimiento continuaron después del 6 de mayo. Pero la fase significativa de «la controversia» comenzó después del 6 de mayo, y los informes de prensa significativos fueron escritos antes de esa fecha. Gracias a los detalles espigados en la importante biblioteca constituida por los recuerdos de los periodistas que trabajaron en España durante la guerra civil, y a la rica contribución de los expedientes de Havas, podía construir un capítulo indispensable sobre «las condiciones de trabajo de los corresponsales extranjeros en la zona nacionalista». La primera parte de la obra, «El acontecimiento», se construyó, pues, de la siguiente forma: 1) Las noticias procedentes de Bilbao; 2) La réplica de Salamanca; 3) Las condiciones de trabajo de la prensa extranjera en la zona nacionalista; 4) Las noticias procedentes de Vitoria.

Al estudiar los elementos de «La controversia» -durante los dos últimos años de la guerra civil que siguieron a la destrucción de Guernica- observé una profunda diferencia entre la naturaleza de la polémica en Inglaterra (y en los Estados Unidos) y la naturaleza de esa misma polémica en Francia. En Inglaterra, la discusión tuvo lugar entre, por una parte, los enfebrecidos partidarios de una minoría católica y sus cómplices tories y, por otra parte, los laboristas ingleses y la izquierda en general, sostenida por los portavoces protestantes.

En Francia, el debate se encrespó entre el ala políticamente conservadora de la Iglesia católica y el ala ligeramente de izquierdas de esa Iglesia.

Las declaraciones y documentos utilizados en un país eran a menudo ignorados en el otro. Los públicos no eran los mismos. Un testimonio significativo hecho público en Inglaterra podía ser desconocido en Francia como, por ejemplo, el editorial de The Times del 5 de mayo de 1937.

El informe que hizo el P. Onaindía de lo que había visto en Guernica, base de la controversia en Francia, apenas se conocía en Inglaterra. Por eso resultó relativamente sencillo y totalmente necesario dividir en dos partes la documentación relativa a la controversia pública. En ese caso, las fuentes eran públicas: artículos de diarios, artículos de revistas, folletos y, ocasionalmente, algunos libros.

Luego vino la controversia privada, cortésmente sostenida por los miembros del cuerpo diplomático acreditados en Londres, sede del Comité de No Intervención. La documentación de ese comité y los documentos diplomáticos ingleses -información mantenida secreta durante largo tiempo- formaron el núcleo de ese capítulo; se utilizaron también los documentos publicados por el gobierno portugués, así como la prensa de la época. El capítulo no hubiera podido escribirse, y ni imaginarse siquiera, si la regla de los 50 años en vigor en Francia para la publicación de los documentos oficiales hubiese sido aplicada en Inglaterra. Probablemente por esa razón la documentación diplomática francesa me ha ayudado muy poco para ese capítulo y para este trabajo en general. Incluso las copias de los legajos del Comité de No Intervención se conservan en Francia archivadas y vedadas al público, aunque los mismos expedientes puedan consultarse y copiarse en Inglaterra. Con este capítulo, hemos seguido la controversia hasta el final de la guerra civil española.

El último apartado sobre la controversia fue concebido primero como «la controversia pública a partir de 1939, en España», y «la controversia pública, a partir de 1939, fuera de España», pero esta fórmula implicaba numerosas repeticiones. Además, enseguida resultó evidente que a pesar de la censura española -fluctuante, caprichosa e indecisa- había efectos recíprocos considerables entre lo publicado en Londres, París o Nueva York, y lo que eventualmente se fue publicando en Madrid y Barcelona. El cambio de naturaleza de la controversia consistió en que la mayor parte del nuevo material sobre Guernica apareció entonces en forma de libros, invirtiendo así el tipo fundamental de la documentación polémica utilizada durante los años de la guerra civil.

Ese capítulo está desarrollado de manera más complicada y con más detalle que en el proyecto inicial. La destrucción de Guernica había ocurrido más de cuarenta años antes, y así, mientras que «El acontecimiento» podía ser tratado como situándose en 1937, «La controversia», en cambio, podría muy bien haberse publicado en el diario de ayer.

Más de la mitad de las páginas de ese largo capítulo se refieren a los libros y a los artículos escritos desde 1967, es decir, desde que se empezó la presente obra. Es útil observar que los artículos y críticas de libros que he publicado en el transcurso de mis investigaciones han provocado a su vez una nueva documentación sobre Guernica. Así es la naturaleza de las investigaciones sobre un tema que se alimenta de polémicas. El mismo conocimiento de que la destrucción de Guernica era objeto de investigaciones fuera de España obligó a los historiadores neo-franquistas a adoptar una postura que, muy curiosamente, y a despecho de sus autores, ha aclarado algunos de los sectores de los problemas hasta ahora oscuros.

Una vez examinada la documentación de «El acontecimiento» y de «La controversia», simplemente quedaba el sacar las conclusiones. Es lo que he hecho, en el siguiente orden:

1) Los problemas de Steer, Holburn, Botto y la agencia Havas. Las soluciones propuestas han sido halladas en los Archives of The Times, en los documentos de la agencia Havas y gracias a entrevistas personales.

2) Los muertos y los moribundos. La curiosa relación entre este aspecto de la tragedia y la controversia, el hecho de que el tema haya desaparecido de la argumentación de los escritores y oradores pro-nacionalistas, me han llevado a dedicarle un estudio independiente. Las fuentes son generalmente las utilizadas para el capítulo titulado «La controversia».

3) ¿Cómo fue destruida Guernica? ¿Por quién? ¿Por qué? Estas preguntas, hechas al principio de la investigación, encuentran respuesta: mediante pruebas documentales o un intento de hipótesis convincente, si los documentos no imponen una respuesta exacta.

4) La razón de la existencia y de la persistencia de la controversia sobre Guernica. La argumentación utilizada aquí engloba uno de los principales problemas de la guerra civil. A saber: la justificación moral de la guerra dada por los nacionalistas al pueblo español y al mundo entero.

Este trabajo, emprendido como estudio de un simple acontecimiento de la guerra civil española, fue, bajo la presión de los descubrimientos de documentos y de los hechos exhumados, amplificado hasta convertirse en una investigación sobre el periodismo en tiempos de guerra, una investigación sobre la manipulación de la información por los gobiernos, un examen de la manera que tiene la prestidigitación diplomática de hacer desaparecer los problemas, una observación de las realidades e irrealidades de la propaganda. Esos añadidos han alargado considerablemente el manuscrito; espero que hayan contribuido a acrecentar su interés.

Tengo una deuda considerable con numerosas personas que, sabiendo que estaba trabajando en el estudio de la destrucción de Guernica, me han procurado, durante los últimos diez años, informaciones y documentación sobre el tema. Mr. Melvin Voigt, bibliotecario en jefe de la Universidad de California, San Diego, ha sido especialmente generoso. Agradezco a Mr. Víctor Berch, bibliotecario de las Colecciones especiales de la Biblioteca de la Universidad Brandeis, su ayuda (preciosa). El Profesor Robert H. Whealey, del departamento de historia de la Universidad de Ohio, me ha prestado su amistosa ayuda y me ha guiado por el laberinto de los documentos ingleses y alemanes. Don Luis Portillo se ha mostrado siempre dispuesto a ayudarme en las búsquedas por la prensa inglesa. Mr. James B. Childs, hoy jubilado de la Biblioteca del Congreso, me ha tenido informado al día de los comentarios de los periódicos americanos sobre Guernica. La señorita Marianne Brull, de Ediciones Ruedo ibérico, se ha esforzado todo lo posible para encontrar documentos y artículos. Estoy también agradecido a numerosos amigos españoles que viven en España, a quienes no nombraré, y muy especialmente a A.M., por la ayuda que me han prestado en mis investigaciones. Agradezco a todos los que han querido responder a mis preguntas, sea (de viva voz) en persona, sea por carta; sus nombres figuran en el propio texto y en las notas a pie de página. Agradezco, sobre todo, su ayuda y aliento al Presidente del gobierno de Euzkadi en el exilio, don Jesús María de Leizaola, y al exministro de la República española, don Manuel de Irujo. Me siento especialmente reconocido con el canónigo Alberto de Onaindía por haberme dado muestras, en varias ocasiones, del interés que concedía a mis investigaciones.

Quiero dar las gracias a todas las personas cuyos nombres escribo a continuación por los ánimos y las sugerencias que me han prodigado: al profesor Gabriel Jackson, de la Universidad de California, San Diego; al profesor William B. Watson, del Instituto Tecnológico de Massachussets- al profesor Paul Preston, de la Universidad de Reading; al profesor Charles V. Aubrun, de la Universidad de Niza; a la profesora Clara Lida, de la Universidad Wesleyana; al profesor David Wingeate Pike del Colegio Americano de París; a la profesora Iris Zavala, de la Universidad de Nueva York, Stony Brook; al profesor Pierre Dussauge, de la Universidad de Burdeos; a don Juan García Duran, de la Biblioteca Fondren, Universidad de Rice, y a José Martínez Guerricabeitia, mi editor y amigo desde hace tantos años.

Mi reconocimiento también, y muy especialmente, para el profesor Pierre Vilar, de la Universidad de París, que aceptó dirigir este trabajo y que lo hizo con tanta comprensión y paciencia. Mi esposa, Suzanne, tiene derecho, en particular, a mi gratitud; sin su ayuda, sin su ánimo, no habría llegado nunca al término de este trabajo.


Herbert R. Southworth
Castillo de Roche, Concrémiers (Indre)
Francia
Universidad de California, San Diego, La Jolla (California)
Estados Unidos

Marzo de 1974